sábado, diciembre 31, 2005

El jardinero fiel

Hola, aloh.
 

Mi cine preferido estaba preparado para el fin de año: la última sesión del día era a las 18:45 para que así todos pudieramos disponer de la noche. Día especial, horario especial.

Mi taquillera favorita despachaba las entradas con una sonrisa en los labios. Junto a ella estaba la que a menudo es tomada por su hermana (evidentemente sin serlo). "Venga id subiendo que está a punto de empezar y hay que verla desde el comienzo", dijo mientras le quitaba a mi taquillera favorita el dispensador de entradas. "Hala, hala, desfilando. Ya me quedo yo", completó. Dado que ya la había sacado de la silla, mi taquillera favorita se avino a subir. Han sido contadas las veces que ha podido ver una película desde su comienzo y, en mi caso, podría contar con los dedos de una mano, y me sobrarían dedos, las películas que hemos podido ver juntos desde su comienzo. Horario especial, ocasión especial.

Con el horario adelantado que llevábamos no íbamos provistos de bocadillo, de modo que la película iba a tener un sabor diferente, más como espectadores que como 'trabajadores'. Ocasión especial, sabor especial.

En estas fechas se mira mucho lo que se hace último y primero. 'El último anuncio del año viejo' y 'El primer anuncio del año nuevo' son hitos económico-psicológicos en la competitiva televisión. El jefe no quería quedarse al margen, ni del factor psíquico ni del pecuniario, y había programado para la ocasión 'El jardinero fiel' de Fernando Meirelles. Día especial, película especial.

Le tenía ganas a la película, basada en la novela de mismo título de John Le Carré. Antaño fui lector de las obras de Le Carré pero últimamente había estado desconectado de su producción literaria. La película, alternativa a no haber leído su novela, me planteaba sensaciones dispares: el cartel me desconcertaba (por no decir que me dejaba indeferente) y, en cambio, el título me atraía (lo encontraba de lo más sugerente).

La novela está dedicada a una activista apasionada e incansable llamada Yvette Pierpaoli, miembro de Refugiados Internacionales, una pequeña pero activa organización americana creada en 1979, que ha participado dando asistencia a los refugiados en conflictos por todo el mundo y que el autor describe como una mujer "que vivió y murió porque le importaba la vida". Esta mujer, que conoció al novelista a finales de los años setenta, se esforzó para convencerle de que ayudara a su causa con una novela. En 1999, cuando tenía 60 años, Yvette Pierpaoli, sus dos asistentes y el conductor murieron en un 'sospechoso' accidente de coche en Albania cuando se dirigían a un campo de refugiados en Kosovo. A raíz de su muerte, John Le Carré plantea su novela como un homenaje al trabajo de las personas que denuncian la extorsión global de gobiernos y empresas.

'El jardinero fiel' es un activista combinado activo de aventura, problemas sociales y emociones que abre la pantalla para denunciar los manejos ('mamoneos' y mangoneos) de la industria farmacéutica y de la política en los llamados 'jardines extranjeros', Kenya en concreto, con la romántica historia de amor de un hombre casado con una mujer más joven que él y de la que realmente se enamora mientras indaga las extrañas circunstancias que la condujeron a la muerte.

Fernando Meirelles se torna en alquimista visual y prepara una cinematográfica poción con cámara al hombro, coloradas y coloridas escenas africanas, estáticas y grises estampas europeas que entran por los ojos y acaban golpeando en lo más hondo: "¿Hay alguien ahí?. ¿Sientes algo?".

El guión de Jeffrey Caine mantiene el planteamiento no lineal de la novela aplicando la técnica del "flash-back" contextual (el espectador tiene que ir deduciendo si lo que está viendo es presente o pasado pero las imágenes ayudan perfectamente a ubicar temporalmente la acción) que refuerza el ambiente de falsas apariencias que viven los personajes y mantiene la intriga sin sacrificar la historia de la maduración amorosa ni el contenido temático soterrado.

Los personajes cobran vida.

La música de Alberto Iglesias completa la orquestación.

La pantalla ora es vívaz película, ora es documental vívido; ventana abierta a las emociones y agria denuncia sobre el imperante exceso de intereses.

En la butaca, mi taquillera favorita y este cronista no nos movíamos: ojos bien abiertos para no perder detalle y oídos bien desplegados para captar el más leve matiz. Un hoyo de golf puede dar mucha información sobre lo que ha ocurrido y va a ocurrir. 'Deberías haberlo pedido menier', dicho ante un plato de lenguado a la plancha con manchas negras flotando en el jugo es más una recriminación diplomática que gastronómica (que explica el que le hayan retirado el pasaporte con la excusa de que 'se han dado casos de falsificaciones en pasaportes diplomáticos' --diplomáticos que no se han comportado como se esperaba de ellos--). O la corruptela que se percibe tras el ofrecimiento 'ayúdenos a ayudarle', invitación a una taza de té keniata auspiciada por la sombra de un satélite de comunicaciones sobre la plaza del mercado local, terreno en el que se mezclan los instintos más ancestrales con los avances tecnológicos más actuales bajo el paraguas del interés más interesado.

Particularmente me impactó la narrativa de la historia y precisamente me lo desveló mi taquillera favorita. Tras la muerte de su mujer, el protagonista concoce a una apasionada joven en una conferencia. Mi taquillera favorita empezó a hacer comentarios al respecto... pero había algo en las imágenes que me llevó a llamarla a paciencia: "No sabemos el tiempo y el lugar de lo que estamos viendo, no juzguemos" (lo dije inspirándome en aquella frase de 'Apocalypse Now': 'Mátame si has de hacerlo, pero no me juzgues... el juicio nos debilita'). En estos tiempos de ponzoña informativa y crispación divulgativa que estamos viviendo hemos de ir con cuidado para no precipitarnos en nuestras opiniones sin haberlas contrastado y razonado previamente, porque somos blanco fácil de quienes nos quieran llevar al huerto de las falsas apariencias. Hay muchos jardines en flor que necesitan abono, muchos votos que captar.

Al día siguiente, un año después por unas horas mediantes, volví a mi cine preferido decidido a darle un segundo visionado a la película. El día anterior había quedado tan impactado que quería verla mas detenidamente, más fríamente. Mi taquillera favorita estaba más repuesta ya que, sensible como es ella, se había visto muy afectada por todo lo que había visto. La trama cavernícola de las multinacionales farmacéuticas sin escrúpulos no deja de ser una ficción pero en mi cine preferido todos estábamos convencidos de que en este caso, farmacéutico, se cumple aquello de que 'la realidad supera a la ficción'.

Una casa con jardín es lo más normal (atención, importante, para quien pueda tener casa y jardín, claro está). Sin embargo, el jardín es un hábitat natural y no todos sus pobladores están en sintonía con el criterio del propietario; por ello nadie se extraña si el jardinero fumiga insectos indeseados, recorta los brotes del seto que han osado ir más allá de la línea estipulada o hace injertos para mejorar el aspecto del jardín. Según esto, 'El jardinero fiel' plantea si es necesario que haya ciertos jardines... porque ya se sabe que "Sin jardinero no hay jardín". Si lo anterior es demasiado floral, 'El jardinero fiel' plantea que el mundo necesita más activistas, empezando por nosotros mismos.

Un saludo desde el teclado.

El título

'El jardinero fiel' se puede descomponer para así obtener un significado esmeralda más allá de los buques. También incluyo unos apuntes referenciales a los múltiples jardineros, todos ellos fieles, que he encontrado en la película.

jardinero, ra: Persona que por oficio cuida y cultiva un jardín.

  • jardín: Terreno donde se cultivan plantas con fines ornamentales.
  • jardín: Retrete o letrina, especialmente en los buques.
  • jardín: Mancha que deslustra y afea la esmeralda.

fiel: Exacto, conforme a la verdad. (John Le Carré, el autor en memoria de la apasionada e incansable Yvette Pierpaoli.)
fiel: Que tiene en sí las condiciones y circunstancias que pide el uso a que se destina. (Fernando Meirelles, el director que ha rodado con maestría.)
fiel: Que guarda fe, o es constante en sus afectos, en el cumplimiento de sus obligaciones y no defrauda la confianza depositada en él. (Justin Quayle, el personaje protagonista a la búsqueda del amor de su mujer.)
fiel: Encargado de que se cumplan con exactitud y legalidad ciertos servicios públicos. (Sir Bernard Pellegrin, el jardinero mayor del jardín extranjero que todos queremos tener sin preguntarnos demasiado cómo se consigue. Una manera indirecta de primar más la exactitud que la legalidad.)
fiel: Aguja que juega en la alcoba o caja de las balanzas y romanas, y se pone vertical cuando hay perfecta igualdad en los pesos comparados. (El espectador. Que cada cual saque sus conclusiones.)

jueves, diciembre 22, 2005

Los 2 lados de la cama

Hola, aloh.
 

Jueves de estreno navide��o en mi cine preferido. No puedo faltar.

Mi taquillera favorita me espera. Debo estar.

El ambiente navide��o ya est�� en nuestro interior. No llevo bocadillo porque estoy ah��to y eso que a��n no han llegado el 'grueso de los d��as'.

El ambiente navide��o nos impregna. Llevo varios d��as llegando muy justo y casi no tengo ocasi��n de hablar con mi taquillera favorita. Hoy ser�� diferente. Voy casi con una hora de antelaci��n sobre el inicio de la sesi��n y as�� podremos hablar de nuestros temas.

El ambiente navide��o nos invade. En la porter��a del edificio a��n sigue la vomitada que apareci�� la tarde del mi��rcoles. Extra��o entre semana pues es una especie org��nica, nocturna adem��s, propia del fin de semana pero en estas fechas de comidas y cenas cada hora es fin de semana. Todo apunta que continuar�� ah��, in��nime, hasta la ma��ana del viernes que venga la abnegada mujer de la limpieza.

El ambiente navide��o nos circunda. El punto peticionario junto al s��per ha cambiado de residente pedig��e��o pero mantiene su posici��n ocupada, arrodillado, a pesar del fr��o de la hora. Tengo la sospecha de que deben actuar a modo de franquicia pero no dispongo de pruebas que lo demuestren. No obstante, amparado en la libertad de expresi��n, he dejado ir mi teor��a en este p��rrafo.

El ambiente navide��o nos ilumina. El s��per dispone de un fotomat��n externo. La cortina creadora de intimidad fotogr��fica ha desaparecido. Los vientos de juerga de la noche anterior la arrancaron de sus anillas reforzadas y la dejaron sobre el taburete. En estas fechas de cenas grupales cada noche es fin de semana.

El ambiente navide��o nos acorrala. El dicharachero ayuntamiento de nuestro pueblecito costero ha considerado oportuno complementar las luces navide��as que ornan la calle con unos altavoces pregoneros que amenizan el horario comercial, de 10 de la ma��ana a 9 de la noche, con m��sica machacaneuronas. Una riada de sonidos difusos y c��nticos distorsionados que buscan acompa��ar la actividad comercial pero que tan s��lo confirman que el inspirado creativo padre de tama��a ignominia no vive en las cercan��as.

Por fin en mi navide��o cine preferido, ornado para la ocasi��n con bolitas suspendidas, estrellas sostenidas, coloridas ristras extendidas y un mural de fotog��nicos cinematogr��ficos, ellos y ellas, acompa��ado por dos macetitas de rojizas plantas que aportan sendos puntos de vida natural. Mi taquillera favorita se lo ha trabajado.

No hay mucha afluencia de p��blico, malo para el jefe pero bueno para nosotros que podemos ponernos al d��a de nuestras cosas. Un estreno en jueves no acostumbra a tener un poder de convocatoria elevado pero las fechas vienen impuestas y fijadas, como las lentejas (si quieres las tomas y si no las dejas). En esta ocasi��n son cinco d��as, desde el jueves hasta el festivo lunes que completa el primer hito de este per��odo de felices fiestas.

Charlando se nos pas�� el tiempo volando y cuando quise darme cuenta tuve que subir a escape hacia el anfiteatro. Cuando me sent�� en nuestra fila habitual, la pantalla ya presentaba los t��tulos de cr��dito.

Al poco tiempo se me uni�� mi taquillera favorita. Yo ya lo estaba pero en pocos minutos mi taquillera favorita se empez�� a aburrir. ��ltimamente hab��amos tenido nuestras diferencias cinematogr��ficas pero el esp��ritu navide��o ha obrado el milagro de volver a hacernos coincidir en opini��n y reacci��n. "Pero qu�� mala que es", coment��bamos casi a d��o mientras nos rebull��amos en nuestras butacas casi al comp��s.

Lejos nuestro, junto al acceso izquierdo, hab��a un nutrido grupo de j��venes que no paraban de parlotear comentando entre ellas cosas de pantallas, la del cine y la de los m��viles. Para ellas y para los pobladores de la oculta platea, en cambio, la funci��n era divertida. Risas y jolgorio para unas situaciones sosas, vacuas, previsibles y anodinas.

En estas que notamos una tenue sombra borrosa que se mov��a por la pantalla cinemascope. "Una mosca", coment�� mi taquillera favorita. Y acab�� con un lastimoso "como no se vaya estamos apa��ados". Se ve que la mosca se sent��a atra��da por lo que sal��a de la cabina y no paraba de pasearse por el cristal de la ventanilla de proyecci��n en un cabez��n intento de llegar hasta la fuente, hasta el origen.

Es curioso observar c��mo en esta vida todo se reduce a una suma de fuerzas. Sea en los movimientos: quien no puede vencer el rozamiento, queda inm��vil; quien, m��vil, puede contraponer una fuerza de sustentaci��n que compense la fuerza de la gravedad, vuela y aquel que consigue anular significativamente la fuerza de la gravedad puede abandonar el planeta. Sea en los comportamientos: el instinto de superviviencia que nos empuja hacia la continuidad alej��ndonos de las situaciones de peligro que podr��an acabar con nuestra llama de vida o el instinto vital que nos arrastra hacia la satisfacci��n de las necesidades b��sicas, comer entre ellas.

Mientras divagaba sobre el equilibrio de fuerzas que rige el destino de los seres vivos, mi taquillera favorita, cansa de la mosca cojonera que no paraba de moverse por el cristal, se levant�� y se dirigi�� prestamente hacia la cabina para poner en antecedentes al proyeccionista, quien, comprensiblemente por haber visto la pel��cula en el pase anterior, no estaba perdiendo miserablemente el tiempo. En cuesti��n de segundos, o�� c��mo era quitado el cristal de la ventanilla de observaci��n situada sobre la ventanilla de proyecci��n para, a continuaci��n, ver c��mo una una vaporosa nube de aerosol, invisible en pantalla, pero perfectamente visible a contraluz del haz del proyector, se abr��a camino hacia la ventanilla sobre la que se paseaba la ilusa mosca. Antes de que se volviese a cerrar la ventanilla de observaci��n, la difusa mancha itinerante hab��a desaparecido de la pantalla.

Cerrado el apartado de la mosca, el resto de la proyecci��n se sald�� con un aburrimiento superlativo en nuestro bando, el habitual jolgorio conversacional de las chicas que se sent��an como si estuvieran en casa mirando la tele y las risas, de un invisible p��blico, que acompa��aban di��logos y situaciones de la pantalla como si de una precocinada serie televisiva se tratase; eso s��, en cinemascope, en pantalla grande, algo que quiz�� no se pueda conseguir con las venideras pantallas de plasma de alta definici��n [la televisi��n de alta definici��n actualmente ofrece una relaci��n de aspecto de 16:9 (1,777:1) mientras que el cinemascope ofrece 2,35:1].

Acabada la pel��cula me qued�� intrigado. Cuando discrepamos puede haber un atisbo de duda pero cuando coincidimos es indudable. Sin embargo, la gran mayor��a del p��blico se hab��a re��do y mi taquillera favorita me hab��a comentado que los comentarios que hab��a o��do del p��blico saliente, de la sesi��n anterior, hab��an sido positivos. ��Qu�� est�� pasando aqu��?. Concreto y personalizo. ��Qu�� me puede estar pasando para estar en total discrepancia con el p��blico que ha pasado por taquilla y no precisamente para hablar con la taquillera?. Le hubiera dado m��s vueltas si no llega a ser por la mosca: algo hay en 'Los 2 lados de la cama', de Emilio Mart��nez-L��zaro, que llev�� a una mosca a su perdici��n. Estoy convencido de que el instinto vital anul�� el instinto de supervivencia.

No todo es negativo. Los pasajes musicales animan el deca��do esp��ritu de quien no basa su alimentaci��n en la televisi��n (por desgracia, hay m��s di��logo que canciones). La foto fija del final presentando el p��ster con la foto de grupo vale un potos��: sintetiza maravillosamente el esp��ritu de los personajes e indica el final de la pel��cula. L��stima doble, por un lado que una foto fija tenga m��s fuerza que toda la pel��cula y por otro que haya que ver toda la pel��cula para disfrutar de una foto fija.

Un saludo desde el teclado.

miércoles, diciembre 14, 2005

King Kong

Hola, aloh.
 

Mi taquillera favorita se resistía a entrar a ver 'King Kong', de Peter Jackson. No le gustan las películas de "bichos" y la gran cantidad de carteles, en sus cuatro variantes, que empapelaban las puertas de acceso a la sala, incluidas las recuperadas tras la desaparición del armario estrenado hace dos días, presentaban a un imponente gorila que no era precisamente su tipo.

Puede que al no ser rubia, mi taquillera favorita se sintiera discriminada ante una película que sube el rubio dorado hasta lo más alto de la arquitectura contemporánea. Puede que tras los tres capítulos de 'El Señor de los Anillos', del mismo director, no quisiera visitar lugares raros con gente rara. Puede que una historia ya conocida no le atrayera para verla puesta de efectista gala digital; al fin y al cabo, 'aunque la mona se vista de seda, mona se queda'. Como poder, podían ser muchas cosas pero la realidad se resumía en pocas palabras. "Sube tú, yo ya subiré cuando haya acabado en la taquilla", me dijo desde el otro lado de la ventanilla. Sin embargo, avezado en estas lides estoy, su ofrecimiento se resumía en "sube tú que yo pasaré".

Ya en sala, las luces se apagaban conforme subía hacia nuestro sitio habitual junto a la puerta de acceso a la cabina. No hice más que sentarme cuando los títulos de crédito se convirtieron en un breve pero descriptivo documental sobre el plan de vida en los años 30. Bocadillo en mano, estaba más pendiente de la pantalla que del comer. A los pocos minutos, aparece el personaje del director de cine convirtiendo un vaso en un 'escucha-conversaciones' (la información es poder), captando a la actriz protagonista que le encaje en la cámara y en el vestuario (por cierto, ¿vistes una talla 34?) y reclutando al guionista (¿Te parece bien tres mil?. Perfecto. Ahora mismo te hago un talón). Aquí ya no pude aguantar más y, con el bocadillo a medio terminar, bajé hasta la taquilla tan rápido como me fue posible decidido a sacar a mi taquillera favorita de su reclusión voluntaria tras la cerrada ventanilla: este comienzo parecía un retazo autobiográfico del propio Peter Jackson sobre lo que hay que llegar a ser para hacer una película en tiempos de depresión (en el caso del cine, ese tiempo es contínuo y constante).

Ya en el interminable intermedio pude acabar de comerme el bocadillo. Con todo lo que había ido pasando por pantalla había llegado a olvidarme de la vertiente nutricional: es cierto, no sólo de pan vive uno.

La obra artística hay que verla en su contexto. Un ejemplo: no es lo mismo ver unos pendientes que ver los pendientes de Naomi Watts.

Entremos, pues, en contexto.

El director, Peter Jackson comenta: "La primera vez que ví KING KONG en la televisión en Nueva Zelanda, debía tener ocho o nueve años. Me impactó tanto, quedé tan impresionado, que decidí entonces que quería convertirme en realizador de cine. Pensé: 'Quiero hacer películas, quiero hacer cine como KING KONG'. Fue algo tremendo para mí". Tres años después decidió hacer realidad su sueño. Su madre contribuyó con una vieja estola para cubrir el cuerpo del gorila hecho de alambre y rellenado con trapos que se convirtió en una figura de animación 'stop-motion' (fotograma a fotograma). La aguja del Empire State estaba hecha de cartón pintado (sólo un lado, ya que el otro nunca se veía). El paisaje de Nueva York era una sábana pintada (más robada que donada ya que su madre nunca se enteró para qué sirvió la sábana).

En 1996 Jackson volvió a ocuparse del mítico simio. Esta vez, su obsesión le empujó a escribir un guión. Pero estaban en circulación 'Mi gran amigo Joe' y 'Godzilla': la productora, Universal, prefirió esperar.

Completada la trilogía de 'El Señor de los Anillos', Jackson vió el cielo abierto cuando le dieron luz verde a su proyecto sobre 'King Kong'. Son palabras suyas: "Mi película favorita es el KING KONG original de 1933. Quizá por eso quería rodarla yo también. Pensé que una nueva versión de esta historia maravillosa contada con la tecnología de la que disponemos actualmente podría ser realmente asombrosa. Puede decirse que he hecho un nuevo KING KONG como un fan que quiere ver una versión con tecnología punta de la genial historia".

Tras los tres párrafos contextuales previos, la pregunta del millón: ¿Qué quiere un niño cuando por fin sus padres le han llevado al tan prometido parque de atracciones?. (tic) .. (tac) .. (tic) .. (tac) ... Estooo, ¡el caramelo más grande que palo pueda aguantar!. ¡Sí, señor!. Ni más, ni menos. Es de sentido común o, sencillamente, de no haber olvidado el sentido de haber sido niño.

Así que en este King Kong, por contexto, el tamaño SÍ importa.

  • Productora: ¿Panorámico?
    Director: Ni hablar, Cinemascope (Una relación de aspecto de 2,35 : 1). Esto es cine no video doméstico.
     
  • Productora: ¿90 minutos?.
    Director: ¡Y un huevo! (después de lo que he tenido que esperar para hacerla)
    Productora: ¿Que te parecen dos?.
    Director: ¡Buena idea!. ¡Os tomo la palabra!. Marchando 180 minutos.
     
  • Productora: ¿Dinosaurios?.
    Director: A patadas, dan mucho ambiente. (Así de paso se infla el presupuesto y vais a pagar lo que he tenido que esperar para hacer la película, dinosaurios).
     
  • Productora: Ojo con los del sindicato que luego los costes se disparan.
    Director: Seré precavido. (Marchando una escena con sanguijuelas y otros chupópteros, eso sí, sindicados, y de paso un homenaje al tratamiento que Spielberg otorga, siempre que puede, a tan ineludibles congéneres)
     

No me costó leer entre líneas de diálogos y sombras de escena los avatares de la gestación y velados objetivos de la película:

  • Impagable la escena de la desbandada de dinosaurios come hierbas por el angosto cañón cuando son perseguidos por los carnívoros, más pequeños pero con muy mala leche. El personaje del director corre bajo las patas de los dinosaurios con la cámara agarrada entre los brazos, procurando no caer aplastado por unos ni devorado por los otros. Así ocurre en las productoras cuando les llevas una idea...
     
  • Espectacular cuando la desbandada dinusaria llega al final del encajonado corredor del cañón y ha de girar para seguir el camino. Los dinosaurios, víctimas de su inercia mastodóntica derrapan y, unos a otros, se van empujando hacia el precipicio. Mientras saboreaba las imágenes llegué a preguntarme si Peter Jackson se habría planteado presentar sobreimpresos los nombres de los caídos o absorbidos (RKO, UA, UIP, MGM, Columbia y demás pobladores dinosaurios de la recóndita selva cinematográfica).
     
  • Ya en NY, King Kong se libera de las cadenas y salta al anfiteatro. Desde mi posición en el anfiteatro, cámara subjetiva desde debajo del proyector, es decir, a cinco butacas a mi izquierda, parecía enteramente que King Kong se abría camino hasta donde nos encontrábamos, mi taquillera favorita, despeinada de tanto llevarse las manos a la cabeza para taparse la cara, y este cronista, con los ojos picosos de no parpadear para no perder fotograma. Sencilla pero espectacular toma subjetiva que tira con honda hacia las modernas multisalas, en mini salón unas y en descendente graderío otras. Una lanza rota para con los cines cines, tan en extinción como el propio King Kong, no como las salas de estar comunitarias o los expositores de público, actualmente tan en boga como los caracoles tras una llovida.
     
  • King Kong sube a lo alto del rascacielos, arranca la antena y la lanza al vacío. En la cima del entretenimiento contemporáneo, el cine desplaza a la radio. No obstante, ya vendrán los moscones voladores para despejar a tiros el sitio que luego ocuparan las antenas de TV... pero esto ya es otra historia.
     

Jackson, amparado por la moderna tecnología digital, ha optado por conceder un protagonismo casi humano a King Kong, ha iluminado la pantalla con los destellantes vatios irradiados por Naomi Watts y ha utilizado el personaje del director (su otro-yo-personaje) como esqueleto vertebrador de una espectacular y simbólica historia de cine, visualmente orgiástica, por y para ser vista en el cine con la pantalla más grande que se pueda encontrar en la redonda.

Con este King Kong:

  • El tamaño de la pantalla, importa.
     
  • El tiempo es relativo.
     
  • Viajamos al pasado más presente de la mano del futuro digital más inminente.
     

Kong, que ya era rey del espectáculo, se ha convertido en patrón cinematográfico y signo de los tiempos. No está nada mal para un gorila.

Un saludo desde el teclado.