miércoles, diciembre 14, 2005

King Kong

Hola, aloh.
 

Mi taquillera favorita se resistía a entrar a ver 'King Kong', de Peter Jackson. No le gustan las películas de "bichos" y la gran cantidad de carteles, en sus cuatro variantes, que empapelaban las puertas de acceso a la sala, incluidas las recuperadas tras la desaparición del armario estrenado hace dos días, presentaban a un imponente gorila que no era precisamente su tipo.

Puede que al no ser rubia, mi taquillera favorita se sintiera discriminada ante una película que sube el rubio dorado hasta lo más alto de la arquitectura contemporánea. Puede que tras los tres capítulos de 'El Señor de los Anillos', del mismo director, no quisiera visitar lugares raros con gente rara. Puede que una historia ya conocida no le atrayera para verla puesta de efectista gala digital; al fin y al cabo, 'aunque la mona se vista de seda, mona se queda'. Como poder, podían ser muchas cosas pero la realidad se resumía en pocas palabras. "Sube tú, yo ya subiré cuando haya acabado en la taquilla", me dijo desde el otro lado de la ventanilla. Sin embargo, avezado en estas lides estoy, su ofrecimiento se resumía en "sube tú que yo pasaré".

Ya en sala, las luces se apagaban conforme subía hacia nuestro sitio habitual junto a la puerta de acceso a la cabina. No hice más que sentarme cuando los títulos de crédito se convirtieron en un breve pero descriptivo documental sobre el plan de vida en los años 30. Bocadillo en mano, estaba más pendiente de la pantalla que del comer. A los pocos minutos, aparece el personaje del director de cine convirtiendo un vaso en un 'escucha-conversaciones' (la información es poder), captando a la actriz protagonista que le encaje en la cámara y en el vestuario (por cierto, ¿vistes una talla 34?) y reclutando al guionista (¿Te parece bien tres mil?. Perfecto. Ahora mismo te hago un talón). Aquí ya no pude aguantar más y, con el bocadillo a medio terminar, bajé hasta la taquilla tan rápido como me fue posible decidido a sacar a mi taquillera favorita de su reclusión voluntaria tras la cerrada ventanilla: este comienzo parecía un retazo autobiográfico del propio Peter Jackson sobre lo que hay que llegar a ser para hacer una película en tiempos de depresión (en el caso del cine, ese tiempo es contínuo y constante).

Ya en el interminable intermedio pude acabar de comerme el bocadillo. Con todo lo que había ido pasando por pantalla había llegado a olvidarme de la vertiente nutricional: es cierto, no sólo de pan vive uno.

La obra artística hay que verla en su contexto. Un ejemplo: no es lo mismo ver unos pendientes que ver los pendientes de Naomi Watts.

Entremos, pues, en contexto.

El director, Peter Jackson comenta: "La primera vez que ví KING KONG en la televisión en Nueva Zelanda, debía tener ocho o nueve años. Me impactó tanto, quedé tan impresionado, que decidí entonces que quería convertirme en realizador de cine. Pensé: 'Quiero hacer películas, quiero hacer cine como KING KONG'. Fue algo tremendo para mí". Tres años después decidió hacer realidad su sueño. Su madre contribuyó con una vieja estola para cubrir el cuerpo del gorila hecho de alambre y rellenado con trapos que se convirtió en una figura de animación 'stop-motion' (fotograma a fotograma). La aguja del Empire State estaba hecha de cartón pintado (sólo un lado, ya que el otro nunca se veía). El paisaje de Nueva York era una sábana pintada (más robada que donada ya que su madre nunca se enteró para qué sirvió la sábana).

En 1996 Jackson volvió a ocuparse del mítico simio. Esta vez, su obsesión le empujó a escribir un guión. Pero estaban en circulación 'Mi gran amigo Joe' y 'Godzilla': la productora, Universal, prefirió esperar.

Completada la trilogía de 'El Señor de los Anillos', Jackson vió el cielo abierto cuando le dieron luz verde a su proyecto sobre 'King Kong'. Son palabras suyas: "Mi película favorita es el KING KONG original de 1933. Quizá por eso quería rodarla yo también. Pensé que una nueva versión de esta historia maravillosa contada con la tecnología de la que disponemos actualmente podría ser realmente asombrosa. Puede decirse que he hecho un nuevo KING KONG como un fan que quiere ver una versión con tecnología punta de la genial historia".

Tras los tres párrafos contextuales previos, la pregunta del millón: ¿Qué quiere un niño cuando por fin sus padres le han llevado al tan prometido parque de atracciones?. (tic) .. (tac) .. (tic) .. (tac) ... Estooo, ¡el caramelo más grande que palo pueda aguantar!. ¡Sí, señor!. Ni más, ni menos. Es de sentido común o, sencillamente, de no haber olvidado el sentido de haber sido niño.

Así que en este King Kong, por contexto, el tamaño SÍ importa.

  • Productora: ¿Panorámico?
    Director: Ni hablar, Cinemascope (Una relación de aspecto de 2,35 : 1). Esto es cine no video doméstico.
     
  • Productora: ¿90 minutos?.
    Director: ¡Y un huevo! (después de lo que he tenido que esperar para hacerla)
    Productora: ¿Que te parecen dos?.
    Director: ¡Buena idea!. ¡Os tomo la palabra!. Marchando 180 minutos.
     
  • Productora: ¿Dinosaurios?.
    Director: A patadas, dan mucho ambiente. (Así de paso se infla el presupuesto y vais a pagar lo que he tenido que esperar para hacer la película, dinosaurios).
     
  • Productora: Ojo con los del sindicato que luego los costes se disparan.
    Director: Seré precavido. (Marchando una escena con sanguijuelas y otros chupópteros, eso sí, sindicados, y de paso un homenaje al tratamiento que Spielberg otorga, siempre que puede, a tan ineludibles congéneres)
     

No me costó leer entre líneas de diálogos y sombras de escena los avatares de la gestación y velados objetivos de la película:

  • Impagable la escena de la desbandada de dinosaurios come hierbas por el angosto cañón cuando son perseguidos por los carnívoros, más pequeños pero con muy mala leche. El personaje del director corre bajo las patas de los dinosaurios con la cámara agarrada entre los brazos, procurando no caer aplastado por unos ni devorado por los otros. Así ocurre en las productoras cuando les llevas una idea...
     
  • Espectacular cuando la desbandada dinusaria llega al final del encajonado corredor del cañón y ha de girar para seguir el camino. Los dinosaurios, víctimas de su inercia mastodóntica derrapan y, unos a otros, se van empujando hacia el precipicio. Mientras saboreaba las imágenes llegué a preguntarme si Peter Jackson se habría planteado presentar sobreimpresos los nombres de los caídos o absorbidos (RKO, UA, UIP, MGM, Columbia y demás pobladores dinosaurios de la recóndita selva cinematográfica).
     
  • Ya en NY, King Kong se libera de las cadenas y salta al anfiteatro. Desde mi posición en el anfiteatro, cámara subjetiva desde debajo del proyector, es decir, a cinco butacas a mi izquierda, parecía enteramente que King Kong se abría camino hasta donde nos encontrábamos, mi taquillera favorita, despeinada de tanto llevarse las manos a la cabeza para taparse la cara, y este cronista, con los ojos picosos de no parpadear para no perder fotograma. Sencilla pero espectacular toma subjetiva que tira con honda hacia las modernas multisalas, en mini salón unas y en descendente graderío otras. Una lanza rota para con los cines cines, tan en extinción como el propio King Kong, no como las salas de estar comunitarias o los expositores de público, actualmente tan en boga como los caracoles tras una llovida.
     
  • King Kong sube a lo alto del rascacielos, arranca la antena y la lanza al vacío. En la cima del entretenimiento contemporáneo, el cine desplaza a la radio. No obstante, ya vendrán los moscones voladores para despejar a tiros el sitio que luego ocuparan las antenas de TV... pero esto ya es otra historia.
     

Jackson, amparado por la moderna tecnología digital, ha optado por conceder un protagonismo casi humano a King Kong, ha iluminado la pantalla con los destellantes vatios irradiados por Naomi Watts y ha utilizado el personaje del director (su otro-yo-personaje) como esqueleto vertebrador de una espectacular y simbólica historia de cine, visualmente orgiástica, por y para ser vista en el cine con la pantalla más grande que se pueda encontrar en la redonda.

Con este King Kong:

  • El tamaño de la pantalla, importa.
     
  • El tiempo es relativo.
     
  • Viajamos al pasado más presente de la mano del futuro digital más inminente.
     

Kong, que ya era rey del espectáculo, se ha convertido en patrón cinematográfico y signo de los tiempos. No está nada mal para un gorila.

Un saludo desde el teclado.