sábado, agosto 27, 2005

Sin City

Hola, aloh.
 

Con un nocturno golpe de tel��fono pas�� a formar parte de la expedici��n que mi taquillera favorita hab��a organizado, la ma��ana del viernes, d��a de autos, para visitar una exposici��n fotogr��fica localizada en la sala de espera de consultas externas del Hospital de Bellvitge. 'Persona' es el t��tulo de la exposici��n y la conforma un grupo de significativas fotograf��as en blanco y negro que, con la complicidad del cristal que las enmarca y que integra al observador como nota de color en la escena recogida por la cruda c��mara fotogr��fica, tiende una mano a la reflexi��n sobre la vida de un hombre o mujer cuyo nombre se ignora o se omite y que en su origen latino ven��a a significar una m��scara de actor, de personaje teatral. Persona, aparte de su sentido como individuo de la especie humana, 'es la m��scara que nos ponemos para el d��a a d��a', vino a comentar la artista autora que, por cierto, tuvo a bien acompa��arnos durante la visita.

Seg��n nos coment�� la joven autora, amiga de mi taquillera favorita y trabajadora del centro hospitalario, la exposici��n ha recibido algunas cr��ticas por el hecho de presentar unas im��genes en blanco y negro en una sala de espera de hospital. Las voces cr��ticas han aducido que en tal lugar ser��an m��s adecuadas unas escenas coloristas y que alegrasen la vista. En fin, lo de siempre. Sin embargo, en el libro de visitas que recoge el parecer de quienes han dedicado un fragmento de su tiempo y conciencia a dejar constancia escrita de su opini��n en vez de emitir c��modos gorgojeos verbales, las opiniones all�� contenidas no eran cr��ticas sino m��s bien de constataci��n del esp��ritu de la exposici��n, con independencia de su ubicaci��n.

Gratamente impactado por las im��genes expuestas me propuse ir a ver, esa misma tarde, 'Sin City', del tri��ngulo director determinado por Robert Rodr��guez, Frank Miller y Quentin Tarantino. El d��a tomaba el camino del claroscuro.

En 1993, a ra��z del estreno de la primera pel��cula de Robert Rodr��guez, 'El Mariachi', rodada con un presupuesto de 7000 d��lares, Jos�� Luis Guarner escrib��a: "es que no hacen falta millones para hacer una buena pel��cula, sino ganas, adem��s de dos cualidades que no se compran con dinero: talento e ingenio". Han transcurrido doce a��os y ahora Robert Rodr��guez navega por los embravecidos oc��anos de los presupuestos elevados y de los fastuosos efectos digitales; no obstante, parece que sigue con las ganas de hacer cine desplegadas a toda vela, el m��stil del talento se le mantiene firme ante los duros embates de la taquilla y el ingenio le sigue guiando hacia buen puerto.

'Sin City' pone en im��genes tres de los c��mics que componen la obra gr��fica de Frank Miller en torno a la ciudad del pecado: "El duro adi��s", "La gran masacre" y "Ese cobarde bastardo". Rodr��guez consigui�� convencer a Miller, desencantado por su experiencia en Hollywood y poco satisfecho con las anteriores versiones cinematogr��ficas de sus trabajos, y lo hizo m��s all�� de la f��cil promesa de mantener fidelidad a un material original del que es ferviente admirador: incorpor�� al propio autor al equipo, no s��lo entreg��ndole la responsabilidad del gui��n, sino compartiendo con ��l las labores de producci��n y realizaci��n. Este golpe de ingenio, incluir al autor del c��mic como co-director, le ha asegurado el resultado final pero le ha supuesto no pocos enfrentamientos con el Sindicato de Directores; pero esta cuesti��n es otra historia. Adem��s, en un proyecto tal como este, no pod��a faltar la diablura de su demon��aco colega Quentin Tarantino que, seg��n los cr��ditos, participa como director invitado completando el tr��pode sobre el que se ha asentado la c��mara que ha filmado lo que ocurre en una poblaci��n que, si bien el oficial cartel de carretera identifica como 'Basin City', las arrojadizas pintadas de unos an��nimos escritores de trazo gordo han convertido en 'Sin City'. Una ciudad que atrae a los tipos duros, a los corruptos y los solitarios. Para algunos es un lugar oscuro. Insensible. Para otros es su hogar.

El trazo del c��mic se ha trasladado a la pantalla. Cuando se apagan las luces de la sala y la penumbra toma posesi��n del espacio que rodea al espectador, parece que, como si de una pesadilla cinemat��grafica se tratase, las vi��etas tomasen vida y salieran a la luz del proyector dispuestas a dar rienda suelta a los m��s bajos impulsos de quienes frecuentan los bajos fondos.

Por si el tratamiento visual de la imagen no fuese suficiente, el reparto parece moldeado en plastilina: no existe el actor, est�� el personaje. Y los hay para todos los gustos, aunque eso s��, todos viven en la ciudad del pecado.

Los efectos visuales, digitales, y los personajes, de carne y hueso, son los cimientos de un rascacielos cinematogr��fico que, con una planificaci��n al gusto del g��nero y un montaje a tono con el ambiente, sublima los m��s oscuros instintos primarios de sexo contenido y violencia desatada en un agobiante entorno de luces y sombras, en donde la sangre, en blanco negativo, a modo de leche derramada tras la vor��gine del contacto f��sico en la cocina del infierno, junto con el blanco desgarrado de la lluvia que barre la imagen y el delicado blanco de los copos de nieve que motean el oscuro cielo de la negra noche, acaban siendo los nutrientes art��sticos que amamantan a unos personajes desahuciados.

Sin embargo, se me hizo larga, demasiado larga para mi gusto o, quiz�� deba decir, para mi capacidad de absorci��n. Con las im��genes a��n rondando por mi cabeza sal�� de la sala y, encaminado hacia el centro comercial a trav��s de la inh��spita salida de emergencia, me encontr�� en el suelo, destrozada, una de las c��maras de vigilancia. No pens�� que alguien hubiese topado con ella debido al bajo techo de los pasadizos de evacuaci��n sino que v�� una muestra m��s del cotidiano vandalismo gratuito que, cual gota malaya, intenta hacerse un hueco en nuestro d��a a d��a, noche a noche, y festivo tras festivo. Con este panorama a las puertas, la ficci��n cinematogr��fica encaminada a ensalzar comportamientos desmedidos no me llena. Puede que la cercana realidad est�� ahogando un g��nero de evasiva ficci��n que hasta ahora hab��a tenido un hueco, o nicho, en mi particular mercado del entretenimiento.

Para im��genes en blanco y negro, con manchones de color, me quedo con la exposici��n de fotograf��as. Al menos abre una ventana de positiva reflexi��n ante los oscuros nubarrones que el paso del tiempo y la dejadez delegada van acumulando sobre nuestras cabezas.

Las im��genes en movimiento, turbias, poco claras, exponentes de lo s��rdido y lo falso, delatoras de la falacia cotidiana, quedan para los noticiarios y otros programas televisivos. ��Qu�� le queda, pues, al cine?. La pregunta la dejo en el aire pero empiezo a comprender porqu�� George Lucas anunci�� que no completar��a la tercera trilog��a de Star Wars salvo, quiz��, como dibujos animados.

Un saludo desde el teclado.