sábado, febrero 11, 2006

Caché (Escondido)

Hola, aloh.
 

'Ojos que no ven, corazón que no siente'. Antes de la era audivisual, el mundo no estaba mejor que ahora, pero se sabía menos. No saber es como no ver y ello descarga de culpa. Ahora, con el despliegue de imágenes violentas que nos ofrece la televisión, nuestro sentimiento de culpa crece y aunque la realidad que nos ofrecen dichas imágenes es una realidad manipulada, por estar captadas en ambientes que no nos son familiares, la aceptamos como tal dado que estamos sumergidos en la cultura de la culpa. Como muestra un botón: 'Caché (Escondido)' de Michael Haneke.

El cine es el arte de la manipulación y no hemos de olvidarlo quienes nos situamos delante de una pantalla o quienes se ponen tras de una cámara. Michael Haneke lo tiene bien presente y procura que sus películas sugieran una duda, razonable, de la realidad que se muestra en la pantalla. Su segunda naturaleza, confiesa, es 'ver lo que no funciona' y afirma que el papel del cineasta es 'rascar donde duele, desvelar lo que no se quiere saber ni ver'.

Todos tenemos cosas que ocultar, manchas oscuras en nuestro pasado. Bueno, si no todos, al menos yo. Michael Haneke opina parecido: 'cada país tiene manchas oscuras, períodos en los que la culpabilidad individual entra en consonancia con la culpabilidad colectiva'.

Dentro del terreno de juego de la concepción judeocristiana de la vida, la culpa no está sola, la acompaña el miedo a perder. Haneke extiende sobre la pantalla la tesis de que cuando una familia (símbolo de la estabilidad, la voluntad y la satisfacción de construir) se siente amenazada también es capaz de agredir (el miedo a perderlo todo, o una parte, tiene un papel protagonista en nuestra sociedad). "Haríamos cualquier cosa por no perder nada", es una de las frases que se oyen en 'Caché'.

La persecución anónima que sufre el protagonista de 'Caché' es terriblemente cruel: un indicativo de que tras ella no hay complejo de culpa ni consideración de algo que perder, ergo, quien la aplica se ha encontrado con el camino trillado y el grano almacenado.

Haneke toma una familia burguesa tipo, la pone en la bandeja de la pantalla, efectúa unos leves cortes en la piel de los personajes y procede a la inmisericorde aplicación de sal y limón sobre las incisiones realizadas. Luego, con irredimible calma, procede a un parsimonioso horneado a fuego lento para que personajes y público se cuezan en su propio jugo. Un juego sencillo pero desasosegante.

El espectador no puede permanecer pasivo ante lo que está viendo: si su objetivo es sentarse, desconectar y dejar que la pantalla le masajee la retina, se ha equivocado de película ya que desde la primera toma fija hasta la última hay que estar ojo avizor y oído desplegado, cual avezado cazador, para captar los matices que dan lustre al oculto móvil de la historia ('el diablo se esconde en los detalles' y 'el lugar más seguro para un conejo es bajo la barriga del cazador' serían dos dichos populares que ayudarían a desentrañar el misterio de los videos anónimos). La trama se va construyendo a base de imágenes reales que se confunden con las imágenes de los videos que recibe el matrimonio protagonista. ¿Qué es tiempo real y qué es tiempo diferido?. ¿Qué es real y qué es ficción?. Poco importa, todo suma para desvelar los prejuicios que laten escondidos dentro y fuera, nuestro, en casa, en la calle. Y para realzar el efecto, se deleita en obsequiarnos con largas tomas fijas en las que la cámara queda quieta, posiblemente pasmada por lo que está aconteciendo, mientras el entorno capaz de hacerlo se mueve.

Hay quienes son increpados e insultados, más por ser de color que por ir en contra dirección.

Hay quienes son detenidos expeditivamente ante una sospecha razonable pero que luego no reciben ninguna disculpa cuando se ha comprobado que la supuesta sospecha razonable tan sólo era una sospechosa coincidencia racial.

Hay cabrones ocultos que se toman dos pastillas, cierran las cortinas y se acuestan a la espera de que amaine el temporal que ellos mismos han desencadenado con su huida.

Hay cabrones ocultos que se reúnen y hablan en las escaleras del instituto como si con ellos no fuese nada.

En 'Caché' se oculta una pausada historia de violencia, una violencia que aflora como consecuencia de salir por la tele y de vivir en mundos aparte a pesar de habitar en la misma casa o en la misma población. De nuevo, un aviso ante los posibles pasados que se arremolinan a nuestras espaldas.

Haneke y 'Caché', 'chapeau' y 'touché'.

Un saludo desde el teclado.