miércoles, abril 19, 2006

Flores rotas

Hola, aloh.
 

Sesión de Cine Club en mi cine preferido de la mano de 'Flores rotas', de Jim Jarmush.

La sugestión, tanto como acción de sugerir como acción y efecto de sugestionar, llama a nuestra puerta sensorial y se abre camino hasta nuestro reducto emocional. Somos como somos pero en realidad somos como nos ven los demás. Matizo. En realidad hemos sido como nos han visto los demás. El presente es efímero en esta sociedad en continua evolución y perenne movimiento, por tanto, el pasado impone su importancia como el ancla que pretende mantener la posición del buque cuando éste detiene sus motores y el futuro es la gran incógnita que el tahúr que todos llevamos en nuestro interior intenta 'arreglar' para que sea lo más favorable posible.

Jarmush escribió el guión pensando en Bill Murray como protagonista. Cuentan que lo escribió en unas dos semanas y media. ¿Importa el tiempo?. Puede que sí o puede que no, pero lo que indudablemente importa es el número, la cifra, la cantidad, el tamaño. Por eso, para marcar importancia, hace 19 años cinco mujeres pasaron por la vida del protagonista quien, de paso, goza de buena memoria y, se deduce, gozaba de buena planta.

En un principio, el título del proyecto fue 'Flores muertas' pero, la experiencia es un grado, acabó en el matizado 'Flores rotas' que es más sugerente: la muerte es vía final, lo roto se puede arreglar. ¿Importan los matices?. Puede que sí o puede que no, depende de la sensibilidad de cada cual. Posiblemente hubiera sido mejor reclamo comercial una denominación final pero, puestos a no hacer concesiones al espectador, la independencia se mantiene con constancia matizada. De ahí la importancia del título y su relación con el ramo de flores rosas con el que el protagonista se persona ante la puerta de su pasado presente: una mujer, una flor. Un ramo de flores no deja de ser un conjunto de flores rotas, arrancadas de su jardín natal para formar parte de una ofrenda.

¿Importa el estilo?. Para el crítico puede que sí (en algo se ha de basar para justificar su argumentación). Para el espectador puede que no (las emociones no precisan estilo si bien requieren ser despertadas).

Planos largos, en duración y en ubicación de cámara, en cualquiera de sus combinaciones, caldean el ánimo del espectador y le sirven de punto de referencia visual sobre el que concentrarse para entrar en el trance visual que busca el director: "Nada de prisas. Relájate. Mira fíjamente la pantalla. Vamos a retroceder en el tiempo, a cuando fuimos como éramos". Los planos largos y la acción pausada discriminan a los estresados del móvil, interrumpen el sonido mascaburras de los comepalomitas y ejercen un poder hipnótico sobre quienes no han caido en brazos de morfeo. ¿Cómo reaccionarías, hombre o mujer, si llamasen a tu puerta y al abrir te encontraras con tu pasado roto hace 19 años?.

Junto con la hipnosis planificada, Jarmush juega con la sugerencia inducida verbal. Se nos dice que Don es un ligón (¿con esa cara?, ¿que ven las mujeres en él?) y que se ha hecho millonario (¿un ricachón que viste de chándal y va a comer a un tugurio de nombre hispano?). En fin, nos creemos lo que nos dicen y queremos creer. Más o menos lo que les ha ocurrido a Don y a sus mujeres. Hay un poco de todos nosotros, propio o de conocidos, en los personajes que van desfilando por la pantalla. Parece una película fría, distante, pero no deja de ser un espejo que devuelve la imagen de quien lo mira. Precisamente, el que no nos guste la imagen que nos devuelve el espejo sea uno de los motores del maquillaje consumista que vanaliza nuestro entorno.

Reflexión sobre el paso del tiempo y los sueños, sentimientos y personas que se quedaron en algún lugar de nuestro recorrido: somos como hemos sido. La solución no pasa por recuperar el pasado sino por encarar el futuro (reza el dicho popular: "es más factible hacer un niño que resucitar a un muerto") y el futuro viene de la mano de los jóvenes, no de la joven lolita (más de lo mismo conocido), ni del que lo mira desde el coche (¡qué malas vibraciones da sólo mirarlo!), puede que tampoco de quien Don quiere asignarse como hijo (va un poco perdido pero puede que encuentre su camino) sino de la juventud, femenina flor aún sin romper, que tiene sensibilidad para con sus semejantes y el entorno, como es el caso de la joven de la floristería que le cura la frente, personaje más significativo de lo que aparenta dado que se llama Sun Green, como la protagonista de 'Greendale', (2003, Neil Young), no ya como guiño al prolífico músico, y esporádico director, de quien Jarmush es amigo y fan y a quien rindió culto en 'Year of the horse' (1997, Jim Jarmush) sino como emblema de la juventud capaz de reconducir las cosas que están cayendo por su peso.

Cine crítico, aparentemente frío pero que refleja los múltiples matices de la realidad que, como demuestra la doble vuelta de cámara en torno al protagonista plantado cual estatua de rotonda en medio de la calle, sin trampa ni cartón, nos envuelve.

Un saludo desde el teclado.