martes, noviembre 15, 2005

Cara de ángel

Hola, aloh.
 

No puedo hablar por José pero yo iba con el regustillo del cocido montañés que me había comido al mediodía y pensando en el ágape matutino del desayuno 'buffet-libre' que me esperaba al día siguiente, mientras recorríamos los pasillos del centro comercial camino de la 'Sala Pepe Hierro' (acceso por librería). Cuando llegamos, la puerta ya estaba cerrada. Las 19:00 horas quedaban un tanto atrás. Sacamos las invitaciones: "Ámbito Cultural tiene el placer de invitarle a la proyección de la película 'Cara de ángel' (1952) de Otto Preminger, dentro del ciclo 'Cineastas Europeos en Hollywood'. Tocamos levemente con los nudillos. La puerta se entreabrió y no sé qué artimaña aplicó José pero nos dejaron pasar.

El ponente estaba hacia el final de su disertación pero aún pudimos ponernos al corriente de lo que íbamos a ver: años 50, Howard Hughes acaba de romper con la actriz Jean Simmons, quiere desquite y decide satisfacerlo encargando a Otto Preminger la dirección de una película que exponga lo más negro del lado femenino. La protagonista debe ser, claro está, Jean Simmons. El director, famoso por su 'despotismo' en los rodajes, auguraba para Hughes un añadido sabor dulzón, sobre todo después de haber hablado con él y haberle dado carta blanca en la gestión de los recursos humanos, Simmons en particular. Cine negro, en blanco y negro.

El personaje de Diana parece sacado de un manual de tipología psicológica: tras una mirada dulce, unos rasgos casi infantiles y un encanto indudable se oculta una personalidad que trata de imponerse a la realidad que le circunda, una posesividad patológica que doblega a cuantos se le acercan. Se podría tildar de misógino pero de eso nada, aquí el personaje es femenino como podría haber sido masculino sólo que el destino quiso que, por medios y circunstancias, la moneda cayese del lado femenino. El carácter de Diana me resultó lejanamente familiar, otro pasado posible agitándose, y no lo encontré más exagerado de lo que la ficción requiere para componer una trama negra, bien negra, sin por ello ser sórdida.

El blanco y negro refuerza el espíritu oscuro de la historia. La iluminación consigue unas maravillosas sombras de los personajes, confiriéndoles el reflejo 'demoníaco' que los diálogos no aparentan tener. La música es un elemento básico en la ambientación y en la trama. El piano es un instrumento que además de poner música a la escena sirve de apoyo al espectador para que capte la esencia oculta del personaje de Diana.

Los detalles de ambientación complementan, silenciosa pero ineludiblemente, el perfil psicológico de los personajes y el de Diana en especial. Conforme avanza la historia, vemos que Diana siente una adoración obsesiva por su padre. Entonces toma sentido que sobre el piano se encuentre una fotografía del padre de Diana. Curiosamente, la fotografía mira hacia la cámara, hacia el espectador, en vez de mirar hacia quien está tocando el piano. Y en el momento adecuado, la fotografía aportará la suficiente luz indirecta para explicar, sin palabra alguna, sólo con la música de fondo, el porqué Diana se 'colgó' de Frank cuando lo vió la noche de autos.

Seis años antes, con Gilda (1946, Charles Vidor), se había abierto la veda de la bofetada a una mujer. 'Cara de ángel' también tiene una, la que Frank le pega a Diana para sacarla de su estado de histeria, según alega, es lo que se recomienda en el manual de primeros auxilios (oh!, ocurrente exigencia del guión: una ronda a la salud de los guionistas). Esta escena significó un momento tenso en el rodaje. Otto Preminger quería que la bofetada no fuese simulada (la sombra alargada de Howard Hughes se proyectaba sobre el plató). Además de decírselo a los dos actores, Robert Mitchum que la daba y Joan Simmons que la recibía, para que no hubiese duda de sus intenciones acercó tanto como pudo la cámara de modo que era imposible simular la bofetada, tenía que ser auténtica. En los ensayos, tuvieron que repetir la escena varias veces porque el golpe no era del gusto del director. En una de las tomas, Preminger antes de dar la orden de acción, le insistió a Mitchum que la diese fuerte. Al tenerlo a mano, Robert Mitchum le dió la bofetada a Otto Preminger y dijo: ¿Está bien así?. Esto estuvo a punto de dar al traste con el rodaje aunque, como se puede ver, la película se completó con Robert Mitchum.

No es una película que emocione, es fría, puede que distante, pero tiene un intenso pulso narrativo que convierte al espectador en un 'voyeur', en un morboso observador de la bajada a los infiernos de los dos protagonistas. Cine hipnóticamente negro que se sale de la carretera.

A la salida, no pude por menos que pensar en cómo el tiempo ha ido degradando el espíritu artístico del hombre, entendido como especie no como sexo (el género queda para cuestiones gramaticales; lo cual da que pensar cuando se habla de violencia de género). En 1952, un desquite sentimental fragua una película sublime, sobria en medios y ajustada en duración. Medio siglo más tarde (o 53 años más tarde, si se quiere una más fatua precisión) los desquites sentimentales sirven para llenar inánimes horas y horas de vacua programación televisiva en platós desolladero. Espero que los posibles pasados cinematográficos se remuevan y vuelvan a aflorar; porque, realmente, hay motivo. En cuanto a los pasados no cinematográficos, mejor que se posen de una vez, descansen y dejen descansar.

Un saludo desde el teclado.

 

Tus posibles pasados
 

Tras de ti se arremolinan tus posibles pasados.

Uno de estos días he de comprar lotería. O jugar a la primitiva. Porque es que tengo la suerte de cara.

Desgraciadamente, no es cuestión de suerte y ocurre lo que tiene que ocurrir (o como decía el diálogo "Ha pasao lo que tenía que pasar, que con 'El Esquinao' no puede nadie y al que se le atraviesa... le corta los güevos").

Hacía poco que había reproducido el fragmento de 'Tus posibles pasados' (esos que flotan inadvertidamente a nuestras espaldas porque nunca desaparecen) en la crónica de 'Una historia de violencia' cuando me suena el móvil: una llamada desde la norteña tierra de los sobaos pasiegos y los alciturrianos azucaradamente nevados.

Unos brillantes y chiflados, Uno de mis pasados, lado cara, brillante y alocado, me requería para una puesta al día. Tuve mis dudas, primero sobre la conveniencia de mi participación y posteriormente sobre la solvencia de mi acción. No obstante, hablando se aclararon las dudas y acepté convencido el compromiso.
otros espantosos y olvidados. El lado cruz, era oscuro y, psicológicamente, terrible; causante de trastornos anímicos (angustia, nervios, tensión desmedida) y analíticos (unos asteriscos en ciertos valores del hígado que me tildaban de bebedor empedernido cuando para mí un refresco de cola es un extra, tipo cava) que con el tiempo he conjurado, y, creía, olvidado. Afortunadamente, la situación se presentaba del lado cara ya que la cruz no participaba. Y, todo sea decirlo, también me atraía el poder vivir nuevamente la emoción de la acrobacia sin red.
Un aviso para cualquiera en activo de lo que puede pasarle en el futuro.

Fragmento de 'Your possible pasts'
(The Final Cut, Pink Floyd, 1983)

Lunes, madrugado pero despierto, en taxi hacia el aeropuerto. Radio encendida. Un locutor de voz divina, periodista en pijama, habla sobre la manifestación del domingo. "Un millón y medio de manifestantes... bla bla bla... y que, cómo no, dejaron las calles más limpias que como las encontraron". Miro el dial, confirmo la emisora en el RDS y me animo a entablar conversación con el taxista creyendo que tenía puesta la emisora como distracción.

  • "Este hombre delira de buena mañana. ¿Cómo puede una manifestación dejar las calles más limpias?"
     
  • "Pues claro que puede ser. Sencillamente, por educación. Los manifestantes eran personas educadas."
Quizá iba adormilado por el madrugón pero no tanto como para no darme cuenta de que me encontraba ante un creyente: la emisora estaba sintonizada por convicción no como distracción. Yo, impenitente seguidor confeso de CSI, antepongo la razón de la observación a la convicción verbal y me he fijado en los abnegados vehículos de limpieza del ayuntamiento, empecinados en mantener limpias las aceras. Van provistos de unas escobas circulares, humedecidas para no levantar polvo, que barren incansablemente el suelo lanzando lo que en su superficie flota hacia la parte en que la aspiradora lo absorbe y retira de la vía pública. Entiendo que una manifestación, y más siendo de hábitos y abrigos largos, actúe de escoba y barra a su paso. Sin embargo, barrer sin recoger no es limpiar, es tan sólo aparentar. Y exaltar tan limitada acción no es informar, sino publicitar.

En estas, que el locutor arremete contra el gobierno...

  • "¡Caramba!, una emisora episcopal no debiera meterse en política", dije.
     
  • "Este hombre dice verdades como puños", dejó ir enfáticamente el taxista.
     
  • "Para mí que se le sube el micrófono a la cabeza y se deleita con sus propias palabras", comenté.
     
  • "Ni hablar. Y la prueba la tiene Ud. en que nadie le ha demandado ni le ha puesto querella alguna. ¿Porqué?. Pues porque lo que dice es verdad."
     
  • "Pero, pero... esa justificación que Ud. me plantea no es de recibo. No se puede inferir que dice la verdad porque no se le haya demandado judicialmente", comenté.

Llegados a este punto de la conversación, el conductor tomó la palabra reivindicado y justificando las imprecaciones del locutor. Por lo que alcancé a oír tras las argumentaciones retahilísticas del taxista, me dió la impresión de que la matinal emisora tenía un cantamañanas al micrófono.

Durante el resto del recorrido fui puesto al corriente de lo que no se ha dicho sobre la OPA a Endesa, de que con sólo esperar la muerte de un monseñor se resolvería por sí solo el problema etarra y, ya en el aeropuerto, como traca fin de viaje, fui informado del inminente y vergonzoso fin del actual gobierno con la subsiguiente convocatoria de elecciones generales.

En estas que llegamos a la terminal A, le aboné la carrera y se marchó de regreso. Como supongo que no fui el primero, ni seré el último a quien haga partícipe de sus comentarios y predicciones, aplicando su lógica, debe decir verdad porque nadie le ha puesto una demanda ni, mucho menos, detenido.

Curioso.

Iluso de mí, creía que estas lastimeras racionalidades pertenecían al pasado, a un pasado espantoso y olvidado. Pero, de eso nada; nuestros pasados posibles se arremolinan a nuestro alrededor y no hemos de olvidar que el futuro acostumbra a venir del pasado aunque con variantes.