sábado, enero 28, 2006

Match point

Hola, aloh.
 

Sábado frío y mojado. Junto a la taquilla, veía entrar de la calle a la gente y detenerse, una vez dentro, para desenvolverse la bufanda o abrirse el abrigo: ya quitados de la rasca imperante en la vía pública se acomodaban para estar como en casa.

"El frío es la ausencia de calor", fue el resumen de la situación con que me obsequió Gonzalo, el portero, desde su perspectiva de filósofo empírico y resguardado tras su habitual conjunto de chaqueta y corbata. Su reto al frío, en ropa y actitud, hacía suponer que no tenía, en modo alguno, ausencia de calor.

Mi taquillera favorita también estaba caldeada. Por un lado, llevaba un jersey de lana de cuello alto de los hechos a mano con tiempo y cariño, trenzado y regalado por quien parece su hermana sin serlo. Por otro lado, la distribuidora había enviado un control ¡para una película que lleva de estreno desde el 4 de Noviembre de 2005! y para un cine que la va a pasar sólo dos días. Previamente, la distribuidora se había relajado y, cosas que pasan cuando hay varios responsables en un mismo menester, por poco si el jefe se vuelve con las manos vacías cuando fue a recoger la copia de la película al almacén. Sólo hubiera faltado que tras varios cambios de fecha, inducidos por la falta de copias y la permanencia en cartelera de las existentes, el día anterior a la proyección le hubieran dicho que se había quedado, nuevamente, sin copia de 'Match Point', de Woody Allen.

"¿Qué hacéis?. ¿Seguis a la gente?", intercaló en su disertación sobre la jugada de la distribuidora mientras agradecía a un matrimonio que le hubiesen pagado las dos entradas en monedas de euro. Mi taquillera favorita es capaz de llevar varias conversaciones a la vez: atiende amablemente a quienes vienen a comprar la entrada, se despacha con los denominados profesionales de la distribución (que aplican la máxima sotana "haz lo que digo, no lo que hago") y me sonsaca sobre mi nuevo trabajo (está empeñada en que le aporte pruebas que corroboren su teoría de que he sido contratado por la CIA). Mi encantadora taquillera favorita me estaba, inconscientemente, ofreciendo una muestra tangible de lo que en términos informáticos se entiende por un sistema multiusuario-multisesión, o en el entorno de la telecomunicación se denomina multiplexado por división en el tiempo.

Mi taquillera favorita es una constante, contínua y real fuente de inspiración. Lo que en términos poéticos se denomina musa. Supongo que Woody Allen también debe tener su musa particular, no encuentro otra explicación a su imparable ritmo de estreno de una película al año con el ¿agravante? ¿agradecimiento? de un 'más creativo todavía'.

MATCH POINT: Cuando un jugador se encuentra a un sólo punto de ganar el partido (también se le dice match ball o punto de match).

Woody Allen ha tomado el tenis como columna vertebral de una historia de ambición en la que se juega en pareja, a dobles, ora sobre tierra batida ora sobre cama mullida y en la que el juego a tres se establece cuando el más ambicioso raquetea, simultáneamente, en campo propio y ajeno. La historia parece sencilla, por no decir trillada. Sin embargo, la cámara se convierte en una máquina de rayos X que nos muestra la radiografía animada de la convivencia humana y los diálogos acaban siendo el bisturí con el que se disecciona el comportamiento social.

Al igual que Einstein dijo aquello de "No creo que Dios juegue a los dados", yo diría que, en Match Point, "Woody Allen no juega a los dados". Nada está, aparece o se dice al azar. Con una base de 'Eyes wide shut' (1999, Stanley Kubrick) (¿qué impulsa a quien lo tiene todo en casa a buscar más de lo mismo fuera?. Acaso, ¿quien consigue fácil lo que ambiciona no considera, siquiera, la posibilidad de perderlo?) y una estructura de aparente comedia en la que los diálogos evidencian el dramatismo de las relaciones personales y los compromisos sociales de nuestro tiempo acaba desembocando en una trama propia de Alfred Hitchcock, con un toque muy Woody Allen en los preámbulos del sorprendente desenlace y con un guiño a la tragedia griega. Sin concesiones, los diálogos son la llave maestra que secuencialmente va abriendo las puertas que nos permiten recorrer y curiosear los vacíos apartamentos mentales y emotivos de quienes aparentan y ostentan 'status' social.

Como jugador semanal de frontón, soy capaz de entender la estrategia del peloteo que busca posicionar al contrario a contrapie para entonces asestar 'el golpe' que decante el punto hacia mi marcador. Así, una cena de cuatro se convierte en un partido verbal de dobles en el que cada comensal intenta puntuar. 'Ha sido a tiempo. Un poco más y se me hubiera notado', dejado ir ante el altar por la novia cuando es besada por el novio nos informa, en tan sólo tres segundos, de lo ocurrido y consumado previamente meses antes sin necesidad de que el director haya dedicado metraje para mostrarlo. 'No estoy dispuesta a pasar por eso por tercera vez', dicho por la embarazada confesa, antigua novia del cuñado de su actual amante, acaba aclarando la 'migraña' con que fue justificada su ausencia la noche en que fueron a ver 'Diarios de motocicleta' (debía estar recuperándose de la operación).

Él, exjugador de tenis, ha cambiado el ajetreo de la tierra batida por el de la cama mullida. De jugador de tenis se ha reconvertido en cazador de posición social. Para ello sujeta entre sus manos 'Crimen y Castigo', de Dostoyevski, y pregona su gusto por el arte y la ópera.

Ella, actriz estancada, cuando se ven por primera vez, se entretiene derrotando a quien se pone al otro lado de la mesa de ping-pong. Él ha tendido las redes hacia la hermana. Ella ha tendido las redes hacia el hermano. Las dos caras de la ambición, las dos variantes del peloteo a mano, bien en pista bien en salón. Saltan chispas de pasión cuando ambos se observan desde sus parejas. Luego, cuando las circunstancias les llevan a formar pareja a horas, saltan más chispas, aunque no precisamente de pasión. ¡Ah!, son los pros y contras del autostop emocional, del ir en coche ajeno y verlo como propio, del pensar que el lazo echado va a resistir el tirón dado por quien se ha dado cuenta de que ha caído en la trampa. No es lo mismo tener 'status' que ostentarlo.

Él, inglés, tenis. Ella, americana, ping-pong. Las dos facetas de la ambición conforman el rostro de la tentación, maquillado por la obsesión. El peloteo está vervido. La pasión ha iniciado el juego. Sin embargo, son muchos los llamados pero muy pocos los elegidos. Todos somos iguales, si bien unos más que otros. Y, en tenis, no existe el empate. Uno de los jugadores, o uno de los equipos, HA de ganar y el otro ha de perder. Así es el tenis, así es 'Match Point'.

Cyril Connolly escribió: "literatura es lo que puede leerse dos veces, periodismo sólo una".

Alguien, no sé quien en estos momentos pero quizá fuese un jugador de tenis, comentó: "El tenis es a la literatura lo que el ping-pong al periodismo".

Woody, tú sí que sabes.

Un saludo desde el teclado.