lunes, enero 24, 2005

La memoria de los muertos

Hola, aloh.
 
Heme aquí redactando la crónica de "La Memoria de los Muertos", de título original "The Final Cut", película del director jordano Omar Naïm, cuando a fecha de la publicación vía e-mail de este escrito aún no se habrá estrenado en las salas comerciales. ¿Quiere esto decir que estoy tocado por una gracia inspiradora, anticipadora y pre-cognitiva?. Nada más lejos de la cruda realidad. La explicación es tan sencilla como que asistí al pase de la película en una de las sesiones nocturnas del festival de Sitges-04. Al leer esta mañana en la prensa que se está preparando el pre-estreno y habiendo visto por televisión los anuncios de la campaña promocional se me han reactivado los recuerdos y he pasado a la redacción de la crónica como ejercicio de aplicación directa del uso y disfrute de la memoria, potestad de los vivos.

Recuerdo que me llamó la atención "The Final Cut" por su coincidencia, no más allá del título como pude comprobar, con el disco homónimo de Pink Floyd. Siguiendo la táctica habitual de las distribuidoras de cambiar el título original para adaptarlo a las características intrínsecas del mercado nacional, en las vallas publicitarias del festival aparecía el cartel de "La Memoria de los Muertos" de modo que asistí al pase de la película convencido de que eran dos películas distintas.

En una de las publicaciones diarias del festival apareció una reseña del propio director explicando cómo surgió la idea de la historia: "Estaba montando un documental para mi licenciatura en la universidad y, en él, buscaba de manera inocente, la objetividad. Se supone que el documental es el género más objetivo que existe, pero eso es un mito porque es un instrumento perfecto para manipular. En ese momento, estaba muy lejos de mi familia y se me había ocurrido filmar entrevistas con mis familiares para que mi recuerdo de ellos permaneciera. De estas dos ideas salió la película."

Los implantes Zoë, de EYE Tech, se colocan en el cerebro de los recién nacidos y son capaces de almacenar las imágenes y los sonidos de toda una vida. Es un producto caro, al alcance de las familias pudientes, pero eso no quita que algunas familias de clase media se sacrifiquen económicamente para poder dar a sus primogénitos la posibilidad de disponer de un implante de manera que ocurrido el óbito del portador del chip, la corporación Zoë ofrezca los servicios de un montador que realice un documental, a partir de la selección de recuerdos de la vida del finado, que será estrenado el día del funeral y cuyas copias serán entregadas a los familiares y amigos asistentes.

Alan Hackman (Robin Williams), persona solitaria y reservada, es el mejor montador en nómina de EYE Tech. Su fama de buen profesional del montaje es conocida dentro y fuera de la corporación. Para Alan, su trabajo es una extensión de su forma de vida. Sabe cosas que no debería de saber, conoce la cara oculta de sus clientes y mantiene un reservado silencio al respecto de todo ello; al igual que mantiene bien oculto en su memoria un secreto inconfesable sobre un desgraciado accidente acaecido en su infancia y que forma parte de su vida íntima.

Un día, mientras revisa el material audiovisual del implante de un ejecutivo, descubre algo que le perturba hasta el extremo de iniciar una investigación que le llevará a cuestionarse si realmente no ha errado en el modo de plantearse su actitud en la vida.

El montaje es uno de los pilares de toda película. Una vez filmadas las diversas escenas, el estilo narrativo y el carácter emotivo de la película resultante se fraguan en la mesa de edición. "La Memoria de los Muertos" plantea un juego de imágenes al relacionar el montaje de los recuerdos contenidos en el implante con el montaje de una película. Además, con una puesta en escena contenida, sencilla y desprovista de efectos especiales la historia nos lleva de la mano por la cerebral actividad de la selección de información que todos y cada uno de nosotros realizamos instintivamente para adecuarnos a las circunstancias de nuestro entorno. De este modo, una potencial película de ciencia-ficción se convierte en una de ficción-reflexión al presentarnos en pantalla grande cómo nuestro cerebro actúa cual profesional montador ante su mesa de edición para encajar la realidad en el patrón de nuestro modo de vida. De cara al espectador, el detonante de la reflexión es la conversación que uno de los asistentes al pase del montaje final mantiene con el protagonista sobre el hecho de que él recordaba la barca de pesca de un color distinto al que aparece en el documental póstumo. La memoria nos juega malas pasadas al cambiar de color la barca o la ubicación de ciertos objetos, todo ello, eso sí, encaminado a conseguir un recuerdo más emotivo y, por tanto, más retentivo.

Se supone que un documental es un género objetivo pero el simple hecho de seleccionar las imágenes que aparecen ya es síntoma de manipulación. El montaje es en sí una manipulación de los hechos orientada a conseguir una respuesta en el espectador. La memoria es el documental que nuestro cerebro elabora a partir de las ingentes percepciones sensoriales que recibe. El recuerdo es el montaje final que resulta del tratamiento de la memoria y no debería extrañarnos que nuestros recuerdos puedan estar alterados respecto a la realidad, sobre todo cuando no disponemos de un implante Zoë que permita dejar constancia del verdadero color de la barca de pesca.

Es siempre recomendable ocupar nuestra butaca antes del inicio de la película pero en el caso de "La Memoria de los Muertos" aún lo es más porque las primeras imágenes nos sitúan en el origen del recuerdo que va a marcar la actitud del protagonista desde su infancia hasta el desenlace final, cuando el visionado del montaje definitivo ("The Final Cut") nos muestra los cambios introducidos por los interesados entresijos de la memoria. Puede que la verdad nos haga libres pero la libertad está casi siempre asociada a la muerte, reflexión ésta que experimenta en propia piel Alan Hackman y muchos de nosotros experimentamos cada día ante los noticiarios.

Un saludo desde el teclado.