domingo, noviembre 20, 2005

Wallace & Gromit: La maldición de las verduras

Hola, aloh.
 

El jefe se preocupa. El jefe piensa. El jefe escucha las opiniones de los espectadores, de sus espectadores. El jefe busca alternativas, imaginativas, además. El jefe ha montado un programa múltiple: varias películas, diversos horarios. El jefe tiene al público entretenido mirando horarios y seleccionando pases (aunque siempre está el habitual que entra sin mirar lo que va a ver o que llega a la hora que no toca para ese día, pero esto es otra historia). El jefe ha programado "Wallace & Gromit: La maldición de las verduras", de los "Aardmanditas" magos ingleses de la plastilina Nick Park y Steve Box.

Mi taquillera favorita no puede ver la película porque le pilla en la primera sesión y ha de mantenerse en el puesto. Un desgraciado efecto secundario de la creatividad del jefe. No obstante, estoy al quite y me presto generosamente a ver la película aunque sea fuera del pase habitual: lo mío es el interés más desinteresado. Me sabe mal ver la película sin la inestimable compañía de mi taquillera favorita pero hay que crecerse ante la adversidad.

Wallace viste camisa blanca, pantalones marrones, chaleco de lana verde sin mangas y una corbata roja. Optimista e inventor incansable, sus creaciones no siempre tienen el efecto esperado. Le fascina el queso (especialmente de la variedad Wensleydale).

Gromit, aunque no sabe hablar, es expresivo, sensato y hábil, y suele sacar a Wallace de problemas. Es hábil con la electrónica y es capaz de resolver rompecabezas con facilidad. Le gusta tejer, leer, escuchar a Bach y comer cereales. Sus objetos más apreciados son su reloj despertador, un hueso, un cepillo y una foto enmarcada de Wallace y él.

Estos encantadores personajes llevan en el mundo del corto desde 'La gran excursión'(1989) y como si fuesen unos atletas del triple salto, tras haber tomado impulso en tres cortos han dado el salto al largo. El paso es arriesgado porque no siempre lo que funciona en las distancias cortas se comporta en las largas. Sin embargo, los minutos de "La maldición de las verduras" saben a deleitoso corto.

De nuevo, Gromit, con su ceño fruncido, se revela como uno de los mejores "actores-dibu" de la animación y reafirma que la expresividad corporal puede llegar a superar a la verbal.

La historia, los personajes, la ambientación, los efectos, las escenas de acción, son una gozada y dan ganas de poder disponer de un paro de imagen para ir pasando los fotogramas uno a uno.

La base es el muñeco. Cada muñeco se construye en torno a un armazón metálico que sirve de esqueleto. A continuación el muñeco se moldea con una mezcla especial de Plasticine, llamada cariñosamente "Aard-mix", que aguanta algo más que la plastilina normal. De acuerdo con la tradición de los cortos de Wallace y Gromit se ha preferido mantener el aspecto algo irregular de la plastilina: son esos pequeños defectos que dan un aspecto artesanal y convierten al muñeco en real, en tangible.

Es fascinante imaginar la de horas de meticuloso trabajo y de alta concentración requeridos para hacer una película de animación al estilo Aardman. Las cifras pueden ayudar a tangibilizar la idea. Dado que se filma a 24 fotogramas por segundo, es posible que un personaje, según la acción contenida en la secuencia, adopte 24 posturas diferentes en un segundo y que para cada postura sea necesario cambiar milimétricamente el movimiento del cuerpo, de la cabeza, brazos, piernas, dedos, ojos, orejas, boca, etc. Además, la plastilina es maleable, lo que implica un constante reesculpido. Si lo anterior lo multiplicamos por el número de personajes de la escena y le añadimos el movimiento de los objetos que les rodean, se empieza a entender que es una película literalmente "hecha a mano". Un prueba palpable y visible de la paciencia y tenacidad del equipo de animadores.

Sin embargo no todo son parabienes en la película: duele constatar cómo 85 minutos pasan volando.

Un saludo desde el teclado.