viernes, noviembre 25, 2005

El sabor de la sandía

Hola, aloh.
 

Miércoles, 12 de Octubre, Sitges-05, 20:00. 'El sabor de la sandía' del director malayo Tsai Ming-Liang.

Sin embargo llevamos una hora de retraso sobre el horario previsto. Para esta película no tendré que esperar a la intemperie demasiado dado que salgo del Auditori para volver a entrar; una actitud muy informática que quizá no venga al caso pero que aprovecho para comentar.

Hoy, festivo, me encajaba cualquier horario del programa pero 'El sabor de la sandía' ha coincidido en mi franja habitual de asistencia. No obstante, hubiera venido a verla a cualquier otra hora. ¿Porqué?. Por partes. ¿El director?. No lo conozco, no he visto nada anterior suyo y, confieso, que con ese nombre, si lo hubiese hecho no me acordaría. ¿El título?. No precisamente, no es un título que me fascine, al menos en esta época del año. ¿Entonces?. Simple. ¿Cómo de simple?. Tan simple como que la vista es la que trabaja. Al grano, no te columpies ni divagues. Sea, confieso que mi interés en la película se despertó al ver el cartel: un cartel situado estratégicamente en la visual de la cola de espera de cada día para entrar al Auditori y que anunciaba que habría 'tomate', bueno, para ser precisos 'sandía'. Con la ayuda visual del cartel, hasta el título resultaba sugerente y refrescante.

Pregunta: ¿Qué queda si quitamos las letras de la imagen?

Respuesta: Un fotograma de la película.

Pregunta: ¿Hay diferencias entre los dos fotogramas?

Respuesta: Si te tomas tu tiempo podrás ver más parecidos que diferencias. Las diferencias saltan a primera vista, son impulsivas. Las afinidades tardan tiempo en ser perceptibles, requieren meditación.

Pregunta: Estoy en la duda de si ir a verla o no. He leído que no admite etiquetas ni clasificaciones y parece haber nacido para ser detestada o amada. ¿Qué me aconseja?

Respuesta: ¡Hombre!, ya que para esta pregunta me ustea le mantendré el trato y, cortésmente, le ofreceré una respuesta sencilla y simple: tómese su tiempo para mirar el cartel y actúe en consecuencia.

Pregunta: Es que yo de carteles no entiendo. ¿Puede darme alguna otra pauta más al alcance de un espectador de taquilla?.

Respuesta: La visión del cartel no es una ciencia, es una sensación pero ya que me lo pregunta le responderé con una analogía. Aunque hayamos sopesado la sandía en la frutería y rascado levemente su cáscara, no sabremos cómo resultará hasta que la abramos en casa. Así que si el cartel no nos produce rechazo, entramos a la sala y calamos las dos escenas de comienzo: la primera escena a cámara fija y ojo de buey en el pasadizo subterráneo, la segunda escena, a imagen normal, es la de cartel... y ya tenemos probada la sandía. Si nos quedamos, ingeriremos hasta un total 112 minutos de fruta, una sandía voluminosa que si le hayamos la parte jugosa nos sabrá a poco.


 
El cine trabaja a 24 fotogramas por segundo. En sentido estricto, la pantalla nos puede ofrecer hasta 24 situaciones diferentes en un segundo. Nuestro cerebro hace la integración de las imágenes estáticas y aparece el movimiento, bien sea en catatónico estilo video-clip, bien sea en trepidante escena de acción o bien sea en pausado movimiento de cámara para mayor exaltación del paisaje o del mobiliario.

Tsai Ming-liang, el director, se lo ha planteado de una manera radical: ha filmado escenas a 24 segundos por fotograma (es mi manera de decir que hay largas escenas a cámara fija en las que no se aprecia movimiento alguno). La película se estructura alrededor de largos planos fijos (aparentemente asfixiantes pero saludablemente precisos para ir digiriendo la acción), de sistemáticos silencios que dejan al espectador solo ante el peligro de la inactividad sensitiva (lo normal es que la pantalla haya movimiento y ruido, la quietud y el silencio pueden conducir a la modorra si no se está pendiente de los matizados cambios) y de unos coloridos pasajes musicales que irrumpen brusca y alegremente al son de canciones en chino mandarín de los años 50.

La trama se mueve en tres ejes: la fantasiosa historia de amor entre los dos protagonistas (la imaginación puede llegar a llenar una solitaria realidad), el rodaje de cine porno (la solitaria realidad del equipo de rodaje puede llegar a llenar la imaginación de quien luego ve la película... o cómo una sórdida realidad puede aparecer maquilladamente sugerente cuando la cámara sólo se centra en lo que el espectador está dispuesto a ver: impagable y significativa la escena del rodaje en la bañera) y una cortocircuitadora visión de la situación política y social de Taiwán (como muestra, la escena musical en la que unas bailarinas se frotan contra la estatua de Chiang Kaishek, quien durante 25 años gobernó con mano dura el país empeñado en hacer frente a la China comunista).

Exótica y decididamente visual conduce al espectador hasta un final anunciador de que la sequía empieza a remitir, tal como se intuye por la aparición de una lágrima en la mejilla de la joven, si bien el desenlace es tan brutal, tan inesperado, que no es solo la joven la que se queda sin habla; aunque también es posible que la reacción sea la de dejar ir unas risas. Al gusto del ánimo del espectador: lágrima y risa son expresiones liberadoras de la tensión acumulada.

En la butaca quedé con el convencimiento de que la escena final es ficticia, me explico, es una fantasía de la joven mientras está con la cara pegada al televisor... pero esto es un comentario que no quita ni añade efectismo al climax que se alcanza en la pantalla de la sala.

El día de la entrega de premios del festival, 'El sabor de la sandía' recolectó (sacado de la web del festival):

  • Mejor actor: Lee Kang-sheng
     
  • Premio Especial del Jurado: Por su atrevido discurso estético y moral en contra de la alineación sexual.
     
  • Premio de la Crítica Jose Luis Guarner
y el Sr. Llorens, de Lauren Film, dió la nota saliendo a recoger el último premio con una sandía que luego, como avezado comercial que es, endilgó a alguien con la excusa de tener las manos ocupadas con el premio y así la pobre sandía fue de mano en mano, sesión final de fotos incluida. Es el lado triste y banal de los premios.

No seré yo quien discuta los premios, y menos el de la crítica, aunque sí diré que el discurso va más en contra de la alienación que de la alineación (curiosamente, la descripción en castellano es la que tiene el gazapo en la web).

Algo me dice que 'El sabor de la sandía' no verá la luz en mi cine preferido (¿cómo hubiera reaccionado mi taquillera favorita? ¡Ah!, hubiera sido para filmarlo) pero eso no es óbice o valladar para que quien la tenga a tiro se adentre en la exótica experiencia de Tsai Ming-Liang.

Un saludo desde el teclado.