miércoles, marzo 22, 2006

La guerra de los mundos: de 'El bosque' a 'Munich'

Prólogo
Acto I
Acto II
Acto III
Epílogo
Hola, aloh.
 

Algo se ha movido en Hollywood durante el año 2005. La industria de los sueños, bien al amparo de la tecnología digital, bien a la sombra de un frondoso bosque, ha ofrecido algunas películas en las que se aprecia, segunda lectura aplicada, un cine ideológico, generalista y un ápice crítico, camuflado de espectáculo recaudatorio que aflora con motivo de las tensiones que directa o indirectamente se habían venido produciendo en torno a la guerra de Irak y, sobre todo, ante la celebración de las elecciones presidenciales. La fecha del estreno tiene su importancia.

Un año antes, con la agilidad del felino, con la rapidez del independiente y con la sencillez de quien no está subido al expreso digital, el primero de todos fue un joven pero mordaz director que supo presentar una denuncia de la política de miedo en el cuerpo aplicada por el gobierno.

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Prólogo: Miedo en el cuerpo
El bosque (The village) (30/Jul/2004, M. Night Shyamalan)

Fábula políticamente correcta que, cual lobo vestido con piel de cordero, se ha infiltrado en la manada del mundo del entretenimiento para morder la yugular de la mentalidad socialmente dominante, representada por el concejo regidor.

Así pues, no dejemos que el arbusto nos impida ver más allá del bosque que rodea la idílica aldea que cierto sector privado se ha montado con los fondos obtenidos por aquellos de sus espíritus más emprendedores que, una vez conseguida su fortuna, no han sabido aceptar las pérdidas personales que el destino les ha infligido y no han dudado en recluirse en su moldeada aldea para, en virtud del poder de su propia razón, aplicar tácticas de terrorismo social para mantener la aldea en calma y unida ante el latente horror, esta vez controlado, que la rodea.

Porque, no nos engañemos, por el camino de la trama, que se resuelve poco antes de los títulos de crédito, han quedado unos integrantes de la comunidad que han sido sacrificados, muertos y desollados, en aras de la salvaguarda de la aldea pues, en el fondo, eran socialmente prescindibles.

 

Con la primavera de 2005 llega el grueso del pelotón: un trío de directores 'con el colmillo revuelto' (que peinan canas en el mundo cinematográfico) y que, curiosamente, tienen en su haber películas relacionadas con el, aparentemente, vacío e inconmensurable espacio exterior. Tres películas, tres directores de reconocida trayectoria, tres puntos de vista diferentes sobre una misma candente situación. Imágenes, efectos y diálogos conforman un trípode que permite estabilizar, y nivelar, la cámara en el movedizo expreso digital a la hora de obtener una foto fija estable de una realidad en constante cambio y globalmente relacionada, desde el petróleo hasta la arquitectura, desde la aeronáutica hasta la arena del desierto, desde el transporte público hasta el índice Euribor.

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Acto I: Perspectiva religiosa y militar (Dáme una guerra)
El reino de los cielos (06/May/2005, Ridley Scott)

Épica metáfora, más contemporánea que histórica, sobre el recorrido iniciático que lleva a un joven herrero francés, hijo bastardo de un caballero cruzado, hasta la ciudad de Jerusalén en busca de su redención personal para acabar implicado en una guerra, llamada santa, fruto del fanatismo y la ambición política.

Las cruzadas sirven de excusa para presentar una reflexión sobre cómo la religión, en ciertas manos, facilita la excusa y justifica los instrumentos que se aplican en la consecución y satisfacción de sus intereses personales, más terrenales que espirituales.

Ridley Scott es el director idóneo para esta película: diestro recreador de ambientes visualmente precisos y preciosos y, no por último menos importante, porque aporta soluciones elegantes y simples cuando lo fácil hubiera sido complicar la producción.

La epopeya histórica se ha convertido, a rebufo de los efectos digitales, en uno de los géneros preferidos por Hollywood. Lo normal en estas epopeyas digitales es que más allá de la pantalla tan sólo se encuentren los tres canales de sonido. No es el caso, ni del guión, ni del director. Scott siempre se ha involucrado en la producción, como si el dinero fuera suyo, y ha procurado incluir su punto de vista más allá de lo que es la mera ubicación de la cámara. Unas veces ha sintonizado con la audiencia y otras no, pero esto el tahúr profesional lo sabe y lo asume: gajes del oficio. Como público, no nos demos a engaño pensando que la historia se aprende viendo una película. Jugando con la anterior premisa, el guionista William Monaham ha servido una trama que bebiendo en los hechos históricos se moldea en manos del director como una épica metáfora, contemporánea, por no decir de hoy mismo, de cómo el fanatismo y la ambición política son el foco originario de las guerras. Que la producción sea del 2005, que la acción se ubique en Jerusalén y que trate de cruzados contra musulmanes son, por supuesto, meras coincidencias.

A destacar, algunas escenas.

  1. Llegado a Jerusalén, el joven Balian de Ibelin observa cómo se prepara la ejecución de unos caballeros cruzados que han sido condenados por haber atacado una caravana árabe. Cuando oye la explicación que de los hechos le hace Tiberias, comenta:
      • Balian de Ibelin: Van a morir condenados por haber hecho lo que les ha pedido el Papa.
      • Tiberias: Sí, pero no Cristo.
  2. Muerto Jeresulén y coronado rey Guy de Lusignan, éste se dirige a las mazmorras y libera a Reynaldo.
      • Guy de Lusignan: Dáme una guerra.
      • Reynaldo: Eso sí sé cómo hacerlo.
  3. Conseguida la guerra que deseaba, Guy de Lusignan parte con el ejército.
      • Balian de Ibelin: Vais a una muerte segura.
      • Hospitalero: Toda muerte es segura.
  4. El juramento (fragmento de diálogo):
      • No muestres temor cuando estés ante el enemigo.
        Dí siempre la verdad,
        aunque te conduzca a la muerte.
        Protege a los indefensos
        y sé justo.
  5. El título (fragmento de diálogo):
      • 'El reino de los cielos' quizás no sea lo que creías.
        No encierra la inmortalidad.
        Es un lugar en el que puedes ser fiel a tí mismo.
        Es un reino de conciencia.
        Es un reino de esperanza y de unidad.
        Es el ideal de un mundo por el que deberíamos luchar,
        un mundo de paz.
 
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Acto II: Síntesis política (Si no estás conmigo, eres mi enemigo)
Star Wars. Episodio III: La venganza de los Sith (19/May/2005, George Lucas)

Dos naves nos introducen en una guerra que resulta ser una trampa del sibilino canciller Palpatine, otro yo del malvado sith Darth Sidious. La senadora Amidala se apaga al alumbrar a los mellizos, Luke y Leia, hijos de Anakin quien inexorablemante se precipita hacia el lado oscuro de la Fuerza dando así luz al opaco y letal Darth Vader.

Todo encaja en esta monumental y detallista obra de entretenimiento capaz de evidenciar la necesidad de ser vista en una sala de cine, único lugar donde la imagen puede rellenar los resquicios de un guión que convierte una ficción futurista en una historia contemporánea de la mano de un filigranista artista conceptual, antaño rebelde defensor de un cine que diera libertad a la figura del director

Se presentía y se constata, sin que por ello sea necesario encumbrar al autor ya que tampoco es ninguna novedad: la historia vestida de ciencia-ficción futurista inspirada en la mitología más clásica acaba resultando una historia terrenal y contemporánea. Lo que comenzó con el rótulo de 'Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana' concluye próxima en el tiempo y cercana en el espacio. Según palabras de George Lucas: "Escribí la historia pensando en Nixon, durante Vietnam. Me llama mucho la atención cómo terminan las democracias y la gente acepta a un dictador. La escribí pensando en Julio César, Napoleón y Hitler". Por poco si el círculo se cierra pillando a un tocayo.

Como broche de la segunda trilogía y en consonancia con el espíritu mantenido desde la primera entrega, tres fragmentos del episodio que remacha personajes y situaciones.

  1. En el senado, mientras suenan los aplausos que acompañan los últimos ecos del discurso del sibilino canciller Palpatin, hombre de doble cara pues en verdad es el malvado sith Darth Sidious, declarando el fin de la república, la senadora Amidala comenta: "así muere la libertad, con un estruendoso aplauso".
     
  2. En el senado, el nada democrático duelo, a escaño limpio, entre el maestro Yoda y el oscuro Darth Sidious, recién aclamado emperador del Imperio. Total, para lo que van a servir los escaños a partir de ese momento, el emperador sabe sacar provecho de la inerte parte material de la política.
     
  3. Durante el desesperado duelo en las entrañas de un volcán de fundidos sentimientos encontrados entre Anakin y Obi-Wan, el alumno que se rebela contra el maestro y amigo ni parpadea siquiera cuando dice: "Si no estás conmigo, eres mi enemigo". Esta frase, punta de una convicción tan grande como un iceberg pero indicativa de una capacidad de raciocinio más diminuta que la cabeza de un alfiler, ya la hemos oído con anterioridad y no precisamente en una película, en ficción, sino en los noticiarios, en la viva y palpitante realidad cotidiana.

Tres puntos de luz que determinan el tenebroso triángulo que, con el sostén del lado oscuro, muta una democracia en Imperio.

 
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Acto III: Visión social (Debe haber esperanza para todos en algún lugar del espíritu del hombre)
La guerra de los mundos (29/Jun/2005, Steven Spielberg)
Los dos guionistas han tomado la novela 'La guerra de los mundos', de H.G. Wells, y, convenientemente adaptada, la han trasladado a nuestros días.

Desde un guión a medida, con precisión relojera y con espectacularidad contenida, Spielberg nos muestra el paranoico camino del cambio, plagado de demonios y polvo, que lleva a un ciudadano normal y corriente desde los patios traseros de Bayonne (New Jersey), vía Athens (NY, pues GA cae demasiado lejos), hasta Boston (MA). Sin sotanas, sin discursos y sin galones, un hombre de la calle, más preocupado de salvar su culo que de tener un plan, aprende a dar la cara porque, sencillamente, tiene un juramento de sangre que defender.

Cine ideológico por concepción, envuelto en papel taquillero, con unos alienígenas de casco imperial amparados tras máquinas de guerra hechas a su imagen y semejanza.

Hay otros mundos pero están en éste.

Cuando dos de ellos entran en guerra, el objetivo es la captación de los indecisos previa activación del terror y sin importar la devastación indiscriminada de la sociedad urbana, eso sí, del otro mundo.

El 26 de Septiembre de 2002, durante una rueda de prensa con motivo de la presentación de 'Minority report', Steven Spielberg comentó estar a favor de las líneas de actuación que el gobierno de Bush planteaba contra el gobierno de Saddam y sus armas de destrucción masiva. Tres años más tarde, parece que Spielberg se ha replanteado su punto de vista y, al igual que Ray, el personaje que interpreta Tom Cruise, ha cerrado la puerta a quien con medidas y probadas palabras decía tener un plan para resolver la desastrosa situación en que se encontraba.

En 1898 H.G. Wells escribió la novela con los ojos puestos en el imperialismo colonial británico. Orson Welles la adaptó radiofónicamente una noche de 1938 con las antenas puestas en el incipiente nazismo. Byron Haskin la puso en pantalla grande en 1953, con unos marcianos enfocados sobre la amenaza comunista parapetada tras el frío telón de acero. Ahora, en 2005, tras una introducción básica de personajes, de nuevo los marcianos han desplegado sus máquinas de guerra y el abrasador "Rayo de fuego" vuelve a barrer la superficie terrestre vaporizando a quien se pone a su alcance. Esta vez no han llegado desde Marte sino que unas descargas eléctricas han despertado las células terroristas que se hallaban enterradas bajo las ciudades, resultando demonios, polvo y ropa volando por doquier.

Spielberg sabrá los detalles del porqué ha hecho la película en panorámico pero salta a la vista que para el día 4 de Julio ofreció unas imágenes realistas tan cercanas en el recuerdo de los acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001 como próximas, por formato y aspecto, a las que cualquiera, aquí espectador sentado en la butaca del cine, podría haber obtenido con su cámara HandyCam; tal y como ocurre en una de las escenas.

 

Tras la primera andanada, "La Guerra de los Mundos", presentada calentita para la fecha del 4 de Julio, Spielberg se concentró en el rodaje de "Munich" pues la quería, y la tuvo, para el 23 de Diciembre; su particular pavo relleno de Navidad para todas las mesas que habían participado en las votaciones: el pavo está servido, buen provecho y buena digestión.

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Epílogo: De aquellos polvos vendrán estos lodos
Munich (23/Dic/2005, Steven Spielberg)

Sobre la base de los acontecimientos de Munich-72, punto de aceleración mediático de la causa palestino-israelí y por extensión de Oriente Próximo, Spielberg toma la cámara, aparentemente una cámara más de las muchas que cubrieron la información de los hechos pero, en contraste con la superficialidad de las cadenas televisivas supeditadas a la audiencia y a lo políticamente conveniente, la suya intenta profundizar en las circunstancias situándose, o intentándolo, en tierra de todos mientras sigue los pasos de un joven, dúctil y apasionado personaje protagonista cuyo parecido físico recuerda al de Spielberg en aquellos años.

Munich es una inmersión en la penumbra mental de quienes justifican la transgresión de los límites morales básicos de la convivencia, de quienes habiendo cometido una infracción no sólo la justifican sino que se presentan como víctimas. Un oscuro mundo en el que los heridos sentimientos nacionalistas buscan en un mafioso mercado la información que, al precio de la tarifa habitual y con el correspondiente recibo justificativo del gasto, conducirá a la puesta en órbita de quien ha estado hablando contigo hace unos minutos en el balcón del hotel o al clásico despliegue nocturno con patada en la puerta y eliminación sistemática de todos aquellos (sin descuento por número, cada uno según la tarifa habitual) que encajan con la foto que se lleva sujeta en la mira del fusil. Acciones planteadas como de extirpación quirúrgica de tumores tildados de cancerosos pero que acaban propiciando la multiplicación de cepas más virulentas que las eliminadas. Y cuando el desarrollo de la misión mina las convicciones, la rabia cede paso a la duda y la ciega pasión pide pruebas visibles. ¿Tarde, quizá?.

Munich combina en un nítido cinemascope la narración del 'thriller', del cine de espionaje, del melodrama, del documental y del cine político revulsivo. Hay las suficientes muertes como para poder dedicarles estilos específicos sin repetirse ni cansar al espectador. La cámara se sitúa en los puntos estratégicos del clímax para levantar acta notarial de los hechos, se mueve por lugares comunes como mudo observador de los acontecimientos y se balancea por los espejos retrovisores acrecentando las reflexiones y los reflejos para así potenciar el espíritu de "mirón", de 'voyeur', del espectador. Un mecanismo de relojería narrativa, arropado por una cuidada y camaleónica fotografía, que explota en el silencioso movimiento de cámara del final, sugiriendo tras de si que la rabiosa terna nacionalismo, victimismo, terrorismo se complementa políticamente con cinismo.

Cuando el protagonista, envuelto en dudas y recuperado practicante del mensaje 'Haz el amor y no la guerra', tan de la época, visualiza lo que ocurrió en el aeropuerto, el ánimo del espectador queda dispuesto para el diálogo en la escena en el parque infantil (que recuerda, si no lo es, al que aparece en una de las entregas de Terminator para describir la hecatombe nuclear que dió origen a la trama de la serie cinematográfica), con el silencioso movimiento de cámara (para sacar las conclusiones sobran las palabras) hasta detenerse en el reconstruido digitalmente horizonte de Nueva York del año 1973 (ni están todos los que ahora son, ni ahora son todos los que estaban): "Desde su concepción, magnificada por los medios de comunicación, véanse los hechos de Munich, la mentalidad de la ley del ojo por ojo, alimentada por el victimismo nacionalista, de unos y otros, ha llevado hasta la situación presente y ahí no va a parar".


 

Un saludo desde el teclado.