La guerra de los mundos
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Fragmento de 'Versión musical de la guerra de los mundos' (1978), de Jeff Wayne
Narrador: Nadie hubiera podido pensar a finales del siglo XIX que la vida humana estaba siendo observada desde los mundos infinitos del espacio. Nadie habría podido soñar que estábamos siendo estudiados como se examinan bajo un microscopio los organismos en una gota de agua. Pocos hombres admitían incluso la posibilidad de vida en otros planetas, sin embargo, a través del abismo espacial, mentes infinitamente superiores a las nuestras dirigían su codiciosa mirada hacia esta tierra, y lenta, pero inexorablemente, dispusieron sus planes contra nosotros. |
Recorte de prensa del día 29-Jun-05
Hollywood está de capa caída. A la larga sequía creativa que padecen los grandes estudios --cuya consecuencia más visible es la reciente oleada de nuevas versiones de películas antiguas y de adaptaciones de tebeos de superhéroes--, se une ahora la peor crisis de taquilla de los últimos 30 años. Una crisis que en Estados Unidos registra ya el más largo desplome desde que en 1974 se implantó el sistema que permite conocer la recaudación de forma precisa y que se traduce en 18 semanas seguidas de descensos. Un récord. La gran prueba de fuego llegará este fin de semana, uno de los más esperados del año, cuando se celebra la fiesta del 4 de julio. |

Nadie hubiera podido imaginar a principios de este verano de calor incipiente y sequía acuciante que mi cine preferido entraría al trapo de estrenar en miércoles (lo habitual es hacerlo en viernes) y de mantener el programa durante 7 días seguidos (lo habitual había venido siendo los fines de semana y festivos). El jefe se ha liado la manta a la cabeza, ha organizado los turnos de trabajo del personal (mi taquillera favorita, ¡cómo no!, participa todos los días), ha renovado el sistema de sonido de la sala y ha dicho 'Sí, quiero.' a las condiciones que la distribuidora le ha presentado para poder disponer de una copia, en rabioso estreno simultáneo global, de 'La guerra de los mundos', de Steven Spielberg.
Los guionistas, Josh Friedman y David Koepp, han tomado la novela 'La guerra de los mundos', de H.G. Wells, y la han trasladado a nuestros días, cambiando los personajes y las situaciones para adaptarlas y, sobre todo, adecuarlas al presente que, directa o indirectamente, estamos viviendo.
Steven Spielberg, partiendo de un guión que se nota escrito especialmente para él, ha completado la visión haciendo que la cámara sea el narrador de una historia que si bien el espectador no sabe cómo va a empezar sí sabe que los todopoderosos marcianos van a ser aniquilados por la acción de las invisibles bacterias.
Spielberg se aplica en su labor y utiliza entre otros múltiples recursos:
- Desde lejos, 'al otro lado de'. La cámara se ubica en posiciones alejadas, casi extrañas: hay dos escenas en las que el diálogo entre dos personaje se sigue desde lejos de modo que entre la cámara y los dialogantes van pasando camiones. En otra escena, la cámara mira desde la cocina a través del cristal roto por una pelota de beísbol que, por falta de ganas, no ha sido cogida al vuelo.
- No hay que explicarlo todo. Ray, sin grandes explicaciones, queda perfectamente definido. Es fácil adivinarlo como el prometedor atleta del instituto que se casó joven, tuvo hijos por causas ajenas a su voluntad, su mujer acabó pidiendo el divorcio y él vió como su futuro se iba al garete y se convertía en un padre de fines de semana, de contados fines de semana.
- Todo suma. Cuando la pequeña está viendo la tele, va pasando los canales de noticias, todos centrados en las misteriosas tormentas eléctricas que se están produciendo en diversos lugares del mundo, y acaba quedándose con el genial Bob Esponja. Mientras 'el dibu', en su historieta comenta "Voy a contarte mi secretito" la pequeña informa al padre de que el hermano se ha llevado el coche. El padre se queda mudo de sorpresa al oir lo anterior y durante el silencio que media mientras la pequeña saborea lo que ha dicho y el padre intenta digerir lo que ha oído, en la tele Bob Esponja suelta "es un ladrón".
- La fachada y los demonios. En el original, los marcianos llegan a un parque y salen de la nave a través de un cilindro que se va desenroscando poco a poco para, a continuación, afanarse en el montaje del letal trípode.
Para Spielberg, la máquina de guerra está enterrada y los marcianos llegan camuflados como rayos, en un cruce cualquiera de la ciudad. A poco de la caída de los rayos, primero el suelo se raja radialmente, a continuación la raja delimita una circunferencia que abarca la fachada de la iglesia que se encuentra en uno de los chaflanes del cruce (por tanto, matizo, no es un cruce cualquiera) y, una vez se ha completado la circunferencia, el suelo gira, la fachada de la iglesia es desgajada del resto del edificio y queda expuesta a contraluz dando la sensación de que se va a producir un exorcismo. Sin embargo, cuando la fachada queda en el centro del contraluz, se detiene el giro, cae el campanario, se abre el suelo, se desmorona la fachada y, tras regurgitar el todoterreno engullido, de entre una nube de polvo aparece la demoníaca máquina de guerra alienígena que se dedica a vaporizar con su rayo de fuego a todo el que se le pone delante mientras que la ropa del desintegrado queda volando en el aire.
Impresionante y, a todas luces, significativo.
- Que no lo percibas no impide que esté presente. Ray y sus dos hijos salen, como alma que ha visto el diablo, en un monovolumen y mientras esquivan los coches parados que hay en la autopista se produce el comentado, por casi todo el que ha escrito sobre la película, diálogo en el que el hijo de Ray pegunta sobre si los atacantes son terroristas y si éstos proceden de Europa. La primera vez que ví la escena me llamó la atención que el monovolumen llevaba las ventanillas del maletero bajadas pero, concentrado en la conversación que mantenían los personajes, no pude apreciar con detalle el movimiento de la cámara. La segunda vez, no entré al trapo del diálogo y me concentré en el monovolumen y en la cámara, de modo que pude comprobar que desde que el vehículo entra en la autopista hasta que, minutos después, la cámara abandona el seguimiento ascendiendo como si fuese un espíritu, toda la secuencia es un único plano, sin cortes. Una escena en la que la cámara desciende desde el cielo por lado izquierdo, rodea el vehículo, entra por la ventanilla trasera derecha, pasa por el interior, sale por la ventanilla trasera izquierda (por eso deben estar bajadas las ventanillas, para permitir la circulación de cámara, a modo de mosca cojonera), sortea vehículos detenidos, evita ser atropellada por el propio monovolumen y se eleva majestuosamente dejando a los atribulados personajes en manos de los guionistas.
Sencillamente, espectacular.
- Lo cotidiano como golpe de terror. Aunque sea en éxodo, cuando baja la barrera del paso a nivel todo el mundo se detiene. Sin embargo, incluso lo cotidiano y previsible puede ser fuelle que reavive el fuego del terror.
Con precisión relojera y con espectacularidad contenida, Spielberg nos muestra el paranoico camino del cambio, plagado de demonios y polvo, que lleva a un ciudadano normal y corriente desde los patios traseros de Bayonne (New Jersey), vía Athens (NY, pues GA cae demasiado lejos), hasta Boston (MA). Sin sotanas, sin discursos y sin galones, un hombre de la calle, más preocupado de salvar su culo que de tener un plan, aprende a dar la cara porque, sencillamente, tiene un juramento de sangre que defender.
Un saludo desde el teclado, en algún lugar del espíritu del hombre,
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El espíritu del hombre (Fragmento de 'Versión musical de la guerra de los mundos' (1978), de Jeff Wayne)
Párroco: Escucha. ¿Los oyes acercarse en su busca de pecadores?. Alimentándose del poder de nuestro temor y del mal que hay dentro de nosotros. La encarnación de todo lo que nos aterra creado por Satanás. Cuando lleguen los demonios, aquéllos que estén vivos estarían mejor muertos. Beth: Debe haber algo por lo cual valga la pena vivir. Debe haber algo por lo cual valga la pena luchar. Hasta algunas cosas por las cuales valga la pena morir. Y si un hombre puede mantenerse firme debe haber esperanza para todos en algún lugar, en algún lugar del espíritu del hombre. |
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