viernes, octubre 21, 2005

Una historia de violencia

Hola, hola.
 

'No nos pasará lo del año pasado', le comenté a Quim mientras entrábamos en el Gran Sitges para recoger la prensa del día y visitar al señor Roca. Lunes, 17 de Octubre, a las 18:00, en el Auditori, la Gala de Clausura de Sitges-05. 'La película, "Una historia de violencia", es de David Cronenberg y este hombre es un valor seguro, un tanto peculiar, eso sí, pero encaja a la perfección en el ambiente Sitges Fantástico', sentencié. No quise entrar en detalles comentándole que la obra del cineasta canadiense está regida por la recreación de universos subjetivos, aderezados de grandes dosis de violencia, sugerida o explícita, y poblados por personajes extraños. No se lo comenté porque, primero, no era el momento de entrar en detalles de la obra pasada, segundo, su nueva película podía no seguir la pauta de sus anteriores trabajos (todos cambiamos) y, tercero, en aquellos momentos no se me ocurrió cómo definir la obra de Cronenberg.

Había ambiente en el Hotel. 17:50. Demasiada gente para tomarnos un café. 17:51. Íbamos muy justos de tiempo y habíamos visto mucha gente en la cola. 17:52. En esto también difería respecto del año pasado. En esas, 17:53, nos encontramos con Pedro, otro 'pota blava', que nos mostró entusiasmado una postal firmada por Viggo Mortensen. 'Me la ha firmado hace un momento', comentó. 'Había cerca de doscientas personas pidiéndole autógrafos. Ha sido increíble. El coche esperándole y hasta que no ha firmado a todo el mundo no se ha ido. Según parece, estará también en la Gala', dijo de un tirón, sin respirar, mientras agitaba la postal ante nuestros ojos. 17:58. Nos despedimos. Él tenía que esperar a un amigo que le suministraba la entrada. 17:59. Nosotros nos fuimos a la cola.

Teníamos asiento centrado, próximo al pasillo central, pero en la fila 24. Aguantamos estoicos la disertación sobre el jurado joven que este año se estrenaba (un discurso emitido por un joven de la generalidad, divagador generalista, que acabó entre perceptibles silbidos y abucheos por parte de algunos asistentes dado que parecía un mítin sin fin predecible pero de modorra perceptible). Tras la entrega de premios, ¡enhorabuena a los premiados!, el pasillo central fue tomado por un equipo de voluntarios que se se colocó en cada una de las filas para impedir que los asistentes sentados pudieran salir al pasillo para saludar a los invitados estrella de la Gala: David Cronenberg y Viggo Mortensen (la organización no quería más retrasos, conocida la amabilidad de Viggo).

Aplausos, fotos, presentación de los invitados, aplausos. Palabras de Cronenberg, aplausos, fotos. Palabras de Mortensen, aplausos, fotos. Aplausos de acompañamiento hasta sus asientos, fotos. Luces fuera, fotógrafos fuera. Voluntarios fuera. Silencio. Dentro proyección.

El guión de Josh Olson se basa en el cómic, de idéntico título, de John Wagner y Vince Locke. David Cronenberg orquesta el conjunto y pone en imágenes el dicho: 'hombre pacífico' es una contradicción en los términos.
 

Richie
Tom
Carl
Joey

 

La pantalla se convierte en un ring. En esta esquina Tom Stall, un hombre tranquilo que una noche salva su vida para otra mañana ver cómo su entorno se tambalea. A la derecha, Carl Fogarty, con un ojo y una cicatriz que sólo de verlos incitan a no tener nada que ver con él. A la izquierda, Richie Cusack, un gánster camaleónico e histérico que mejor no tenerlo como hermano. Al fondo, en la esquina más alejada, Joey, venero de esta historia de violencia, buscado por Carl, esperado por Richie y negado por Tom. En este combate a cuatro púgiles, el resto de personajes (la mujer, los hijos, el sheriff, los vecinos, etc.) están para embaucar al espectador hasta colocarlo en medio de los contendientes, como si fuera el árbitro, intentando poner un poco de orden en lo que se ve y se oye sin por ello recibir algo de lo que con desafuero se reparte; un 'mirón' entretenido en descifrar el enigma de Joey mientras los púgiles pulen sus diferencias. En esto consiste la maliciosa trama de la historia.

En sus películas, Cronenberg ha empleado un marco fantástico-terrorífico que le ha permitido modelar una realidad extrema, habitada por unos personajes que experimentan una paulatina deformación de la realidad acompañada de una transformación física, que asoma al espectador al aterrador abismo interior de las infecciones, las enfermedades y las adicciones.

En apariencia, "Una historia de violencia" se desmarca del habitual marco de Cronenberg y aparece como una historia rural que torna a 'gansteril' manteniendo un marcado estilo de 'western' moteada, adornada, de pasajes de cine negro y espolvoreada con un humor solapado. Sin embargo, en esta historia, Tom, el protagonista, es un personaje dirigido hacia una paulatina deformación de la realidad, deformación que se transmite y hace partícipe al espectador, quien, desde su butaca, asiste a un enigmático descenso al aterrador abismo de la violencia contenida desatada, cualidad del ser humano que, por lo que se infiere de las imágenes, unas veces es enfermedad, otras infección y, las más, simplemente, adicción.

Para completar el cuadro clínico, la balanza emocional del espectador experimenta fluctuaciones durante el desarrollo de la historia conforme Cronenberg, que peina canas en estos menesteres, empieza a poner en un plato de la balanza orden, razón, equilibrio, estabilidad y en el otro oscuridad, sexualidad, enfermedad y desintegración tanto del yo como de las fronteras sociales.

Todos tenemos un pasado, más o menos claro, más o menos oscuro, pero, ¡uf!, qué tranquilidad da constatar que ni por asomo es como el de Joey.

Un saludo desde el teclado.