miércoles, julio 20, 2005

Entre vivir y soñar

Hola, aloh.
 

Hace unas semanas me regalaron un libro que, adem��s de contenido y significado propios, inclu��a como punto de lectura una entrada para 'Entre vivir y so��ar', de Alfonso Albacete y David Menkes.

Seg��n sus directores, "Entre vivir y so��ar" es una pel��cula positiva que ofrece una invitaci��n a vivir, a disfrutar de las cosas, mientras narra la segunda oportunidad que la vida le brinda a Ana para volver a vivir sus sue��os de juventud, con Paris como lugar de los hechos.

Por otro lado, durante la promoci��n de la pel��cula, Carmen Maura dijo en una rueda de prensa: "El principal atractivo que vi en el proyecto fue el hecho de rodar en Par��s".

Vista la pel��cula, entre el sue��o rom��ntico te��ido de rosa chill��n y alg��n ara��azo de amarga realidad rayano en el desgarro emocional (el encuentro de Ana con su amiga de la infancia o el encuentro con su so��ado amor juvenil), queda una comedia amable, ligera y sencilla que se deja ver, a ratos agradablemente y a ratos con insulsez, por las tablas de una Carmen Maura y la sencillez de un Alex Brendem��hl que se montan ellos solos la comedia acompa��ados de la ciudad de Par��s y, por desgracia, m��s all�� del gui��n triangular (firmado por Alfonso Albacete, David Menkes y ��ngeles Gonz��lez-Sinde) y de la direcci��n bic��fala que conforman un denso bosque de t��picos t��picos que llega, a veces, a ahogar el inter��s de quien est�� sentado en la butaca.

Una pel��cula con narrador, con situaciones cotidianas cercanas, con unos personajes dibujados con trazo casi esperp��ntico, con un Par��s actual y con un mensaje positivo, se desarrolla en el limbo, ignorando los entresijos de los asuntos que le afectan. ��Puede ser debido a que han sido tres los guionistas; siendo dos de ellos, adem��s, los directores?. Puede; como si demasiadas manos sobre la masa argumental se hubieran estorbado unas a otras a la hora de mantenerla fluida, homog��nea y sin grumos. Hay una escena en la que Ana, madre durante las 24 horas del d��a, espera dormitando en el sof�� del comedor la vuelta a casa de su hija. Cuando llega, deciden tomar un caf�� mientras hablan de lo que les est�� pasando. Ya en la cocina, comentan y dialogan pero nunca llegan a preparar ni a tomar el caf��. Esta escena es un ejemplo del modelo aplicado: el gui��n ha satisfecho la ficci��n del di��logo de los personajes pero el espectador se ha quedado sin el sustento de realidad del caf��. La ausencia del humeante caf�� es la evidencia de que la ficci��n flota, levita sin apoyo en la naturalidad de los hechos cotidianos, de modo que el espectador acaba notando que las escenas est��n compartimentadas, estructuradas y nutridas con una sangre argumental espesa, cargada de colesterol malo, que acaba rozando el paro card��aco. Raz��n ten��a Carmen Maura en su comentario.

Por otro lado, Albacete y Menkes, dedican metraje a ponernos en antecedentes sobre que la vichyssoise, a pesar de su aire franc��s no tiene nada que ver con la cocina francesa. Moraleja: porque suene franc��s no tiene porqu�� ser franc��s. La imaginativa denominaci��n de vichyssoise aporta un toque franc��s a la aut��ctona crema de puerros con leche o mantequilla, denominaci��n esta que se ajusta a la realidad pero que carece de la atractiva aura de distinci��n que le otorga la denominaci��n seudofrancesa. La imaginaci��n y la sugesti��n nos acaban llevando al autoenga��o, si bien cabe plantearse si la realidad podr��a sobrellevarse sin autoenga��o, sin so��ar. Raz��n ten��an los directores en su comentario.

As�� que, salvando las cr��ticas negativas que haya vertido en p��rrafos precedentes, tomemos ejemplo de Ana y cuidemosnos de que entre vivir y so��ar no nos olvidemos de vivir. Adem��s, preparando el comentario del cartel he podido constatar que el cartelista ha sabido disponer con arte y mesura los elementos de una moraleja pol��tico-social que si bien no tiene porqu�� haber sido dispuesta de forma consciente s�� es perceptiblemente deducible.

Un saludo desde el teclado.

viernes, julio 15, 2005

Los 4 fantásticos

Hola, aloh.
 

Esto de los estrenos va como va y esta vez hab��a ido con el cl��sico lote de tres d��as, de viernes a domingo, sin ampliaciones del calendario de asistencia de ninguno de los participantes en el diario milagro de abrir las puertas, apagar las luces y arrancar el proyector. Hablando de milagros: hab��a cola ante la taquilla y estaban las dos ventanillas abiertas. Buena se��al, mi taquillera favorita estar��a de buen ��nimo y adem��s tendr��a compa����a en sus largas estancias tras el cristal de atenci��n al p��blico.

Hubo un momento de calma que me permiti�� acercarme y saludar a las taquilleras. En eso que, como llegados en el mismo metro o autob��s, se form�� una generosa cola de espectadores que me hizo apartar de la ventanilla para dejar expedito el acceso. Me encontraba plantado cual palmera en un o��sis cuando not�� que a mi lado estaba el jefe, tambi��n esperando a que se despejara el acceso a la taquilla. Nos saludamos amigablemente y me estuvo comentando los ��ltimos avatares que el nuevo sistema de sonido les estaba ofreciendo. Conforme le escuchaba me iba dando cuenta de que las secuelas de cambio por nueva versi��n no son s��lo patrimonio de los sistemas inform��ticos.

Nuevamente hubo un vac��o ante las ventanillas y ambos nos acercamos, uno por ventanilla para no pisarnos. Tan pronto llegu��, la mano de mi taquillera favorita apareci�� con un paquetito de tres bombones, un ofrecimiento que me hac��a en concordancia con su celebraci��n onom��stica. En esas, o�� como el jefe reclamaba 'su paquete' y, como tocada por el don de la ubicuidad m��s flexible, la otra mano de mi taquillera favorita apareci�� por la otra ventanilla ofreci��ndole tambi��n un paquetito de tres bombones. Como el jefe no reaccionaba, mi taquillera favorita, r��pida como el rayo, puso un segundo paquetito junto al primero (cabe pensar que un jefe siempre precisa m��s). Pasada la sorpresa por el tentador despliegue bombonero, el jefe le devolvi�� los dulces comentando que se dejase de bromas porque lo que ��l quer��a era "el paquete". Capt�� enseguida que deb��a retirarme discretamente hacia la sala y dejar que acabasen de aclarar el bulto que ten��an entre manos antes de que llegase a la ventanilla un nuevo grupo de espectadores que parec��a provenir del vecino paso de peatones.

Superh��roes y humor para todos los p��blicos, cinemascope para llenar toda la pantalla, todo en 'Los 4 fant��sticos', de Tim Story, una adaptaci��n cinematogr��fica del cuarteto de h��roes de c��mic que el guionista Stan Lee y el dibujante Jack Kirby atinaron publicar por 1961 en esa m��tica f��brica de sue��os, ideolog��a al margen, que fue la editorial Marvel.

Casi todos los h��roes Marvel viven atormentados pero, afortunadamente para ellos, su capacidad emocional es breve como un segundo. Esto supone una ventaja para los actores y una desventaja para los responsables de los efectos especiales, pero todos aportan lo mejor de s�� mismos cuando participan en el trabajo en equipo que supone cualquier pel��cula de superh��roes.

Un viaje espacial al centro de una tormenta c��smica persigue encontrar las respuestas que permitan desvelar los secretos del genoma humano y repercutirlos en beneficio de la humanidad. Un error de c��lculo hace que la expedici��n se vea sorprendida por la tormenta c��smica y la exposici��n a los desconocidos rayos c��smicos har�� de ellos unos superh��roes, los 4 fant��sticos (un el��stico Mr. Fant��stico, una conquistadora chica invisible, un joven encendido como antorcha humana y un p��treo amigo convertido en 'La Cosa' m��s dicharachera que se haya visto con gabardina y sombrero), y un supervillano de alto voltaje, el Dr. Muerte; con lo que a su regreso a la Tierra, todos, ellos y espectadores, pasar��n un rato entretenido mientras unos descubren, y administran, el alcance de los superpoderes que el azar ha puesto a su alcance sin contar con su benepl��cito y los otros observan desde las butacas, al fresco de la sala de cine, c��mo se homenajea al cuerpo de bomberos de la ciudad de Nueva York en un apto clima de humor, cinismo, autoparodia y acordes efectos especiales.

La pel��cula tiene un final abierto a venideras entregas que, posiblemente, se vayan haciendo en verano, ��poca del a��o propicia al pasatiempo visual con tal de estar entretenido en una fresquita sala de cine.

Las mutaciones experimentadas por los cuatro fant��sticos les confieren poderes que guardan relacion con sus temperamentos. As��, el bienintencionado y maleable Dr. Richards se convierte en un hombre de goma para de este modo adaptarse al entorno y encajar los golpes que recibe de unos y otros. El joven Johnny es un tipo pasional, de modo que lo m��s normal es que se convierta en una antorcha humana. A la joven Sue no le queda m��s remedio que convertirse en chica invisible ya que en el entorno en que se desenvuelve nadie de los que ella aprecia parece verla. En cuanto al abnegado Ben, piedra angular del grupo y encargado permanente de todas las tareas ejecutivas, no es de extra��ar que se vea convertido en 'La Cosa'.

Sin embargo, no es cuesti��n de ir al cine, o de leer el c��mic de Marvel, para darse cuenta de que esas cuatro personalidades est��n en cada uno de nosotros: la flexible adaptaci��n necesaria para encarar los retos y encajar los avatares que se nos echan encima, el invisible tacto femenino que se requiere para sobrellevar el d��a a d��a, la ardiente pasi��n que hay que poner en lo que hacemos (o nos gustar��a hacer pero no nos dejan) y la p��trea voluntad que hay que tener para aguantar sin venirse abajo. No obstante, a��n estando ah�� no siempre los vemos o somos conscientes de su existencia. Puede que un pase por el cine nos lo saque a flote sin necesidad de realizar viaje espacial, investigador con nave o evasivo sin cohete.

Un saludo de los 4 fant��sticos (yo, m��, me, conmigo) desde el teclado.